Chester, mi vecino
Chester vive en el edificio que queda detrás de mi hogar, en una
planta baja y su apartamento tiene un hermoso jardín, muy tupido que le da un
frescor divino a su fachada y que él disfruta mucho correteando de alegría
cuando sale a jugar.
. Yo lo conozco desde que era muy pequeño y recuerdo que su
dueña lo regañaba por cualquier travesura de criatura, que estaba aprendiendo
las cosas elementales del comportamiento en sociedad. Entonces, su ama le decía
con su voz de maestra de escuela “… que si no ensucies allí, que si no ladres
alto, que si deja el alboroto.”
Les digo, Chester es un hermoso perro
Dálmata con cara de felicidad todo el tiempo, que parece estar riendo siempre.
Entonces como les seguía contando, yo desde mi ventana lo llamaba y le decía
“…cachorrito Chester, cachorrito Chester…” y el perrito paraba las orejas para
captar de dónde lo llamaban, hasta que dio conmigo y ahora cuando le saludo,
Chester levanta la mirada directamente hacia mi ventana y me saluda con un
breve ladrido como si me dijera “Hola” o algo parecido.
Cuando
Chester estaba convirtiéndose en un joven adulto, su ama lo regaló a un
conocido que vive muy cerca de la
Av. Boyacá , al otro extremo de la ciudad, en Los Chorros, a
pie de Ávila y no supimos más nunca de él. Luego, nos dijeron que Chester se
había escapado y no lo habían encontrado. Pasaron como tres meses de su huída
cuando el hermoso dálmata se apareció en el apartamento de su primera ama y
estuvo echado en la puerta del apartamento, hasta que su ella llegó de trabajar
a primeras horas de la noche. Me cuenta un vecino, que esa escena fue digna de
una película de Disney a todo color, cuando ambos se reencontraron. No lo dudo,
porque es impresionante.
Naturalmente, el pobre Chester estaba muy malogrado, flaco,
sucio y descuidado: Se veía claramente, que había pasado días de mal vivir en
su vida de vagabundo tratando de encontrar a su ama.
Les digo, que ya Chester vive nuevamente con su adorada ama,
quien juró no abandonarlo nuevamente y Chester puede verse en su jardín
correteando entre la vegetación y teniendo encuentros amorosos programados, con
unas bellas perritas dálmatas que buscan sacarle cría de vez en cuando. Yo digo
que Chester, es feliz como una lombriz.