Cuando llegué a la Av. Los Próceres ya había tanta gente que uno inmediatamente pensaba que no habría tantas lavadoras, neveras y cocinas para satisfacer las necesidades de tanta gente. A penas eran las dos de la mañana y el operativo montando por el gobierno para vender peroles chinos tenía dos días haciendo cola y la gente estaba pasando mucho trabajo para comprar un coroto. ¿Cuánto se puede vender en un día? –me preguntaba, entonces llegué a la conclusión que era muy difícil adquirir una cocinita en Venezuela y que esto era un verdadero despelote-.
A las ocho de la mañana no cabía más gente en la avenida; había un tráfico insoportable y ya la autopista y avenidas de El Valle, Nueva Granada y Santa Mónica estaban colapsadas.
El trasnocho me estaba pegando y me sentía como si hubiese pasado la madrugada en el Hospital Vargas para adquirir un número y me pudiera atender el homeópata. Pero, decidí no tirar la toalla y aguantar hasta el final para comprar una cocinita como si fuera un reto personal y entonces como a las doce del mediodía un militar con cara de perro rabioso dijo “que se había suspendido el operativo porque no podían controlar la demanda del servicio”, pero fue sincero cuando dijo “que prepararían mejor el asunto para reactivar el operativo”. Sin embargo, yo había decidido no sufrir más ese calvario y me fui caminando a casa pensando cómo podría comprar una cocinita en Colombia.
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