jueves, 16 de julio de 2015

Juan Nepomuceno, “El Hombre”.
Había pasado todo el sábado de una manera muy agradable. Bien temprano en la mañana estuvo caminando y haciendo ejercicios de bajo impacto. No crean que “El hombre” era un atleta de alta competencia. Luego, se fue a desayunar con unos amigos de toda la vida con quienes compartía las noticias del día e intercambiaba libros y revistas que contienen materia interesante para cada quien. Yo diría que el sábado se estaba dando como ellos querían y habían planificado días antes, totalmente fuera de la rutina de andar buscando alimentos y de estar limpiando en la casa; que si lavando, que si limpiando: Sobre todo nuestras amigas femeninas estaban muy contentas y alegres. Cuando “El hombre” ve el reloj se da cuenta, que casi eran las 4 de la tarde y decide despedirse del grupo con el pretexto de que quería buscar unas películas de cine español en la plaza de los museos-cosa cierta-, y de esa manera se fue sin novedad a comprar los CDs que garantizaban su fin de semana cinéfilo.
Efectivamente, “El hombre” se estacionó muy cerca del local donde venden las películas frente a la Defensoría del Pueblo. Un sujeto maduro que siempre está allí los fines de semana, se ofreció para cuidar el vehículo y entonces “El hombre” se internó entre las palmas desnutridas, para acortar el camino. Cuando salió de hacer sus compras decidió ir a comprar agua para calmar la sed, entonces se dirigió hacia la plaza entre los museos de ciencias y bellas artes. Fue e momento preciso, cuando descubre que la misma estaba tomada de por lo menos cuatrocientos jóvenes de mal aspecto con vestimenta rafta y sus características cabelleras largas entrelazadas como las usaba Bob Marley . El asunto de la apariencia de los muchachos era lo de menos, lo significativo fue cuando se ve envuelto en una densa y concentrada atmósfera de humo proveniente de una colectiva fumarola de hierbas ilegales que lo levantaron del pavimento y lo hicieron volar por encima de los artesanos como si fuera el mismísimo Pegaso, en una aparición inesperada, que lo llevó tan lejos, pero tan lejos, que difícilmente regrese a tiempo para un próximo reencuentro con los amigos de siempre.

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