La mata de ciruelas.
Veía caer la lluvia desde la ventana de mi habitación, que miraba hacia el traspatio de la vieja casona, construida a finales del siglo xix. Me daba mucho placer visual ver caer la lluvia, que invariablemente caía en mayo, alejando los zamuros que deambulan las cocinas de las casas, esperando a que alguna cocinera les aviente tripas de gallina o de pollo...
Mi familia había llegado allí a finales de los años cincuenta y yo apenas llevaba dos años conviviendo con mí tía. Ese día, yo había estado trepado a un costado del techo, donde precisamente entraba una gran rama de la mata de ciruelas, que extrañamente daba los mejores frutos en un sitio, que casi nadie veía ni accedía. Esa generosa rama, era mi secreto y yo egoístamente procuraba mantener en secreto su carga roja.
La lluvia comenzó a amainar, a ser imperceptible, se había convertido en una brizna fugaz y entonces apareció el arco iris-quizás uno de los efectos visuales más hermosos que yo he visto en mi vida-; llegué a preguntarle a mi tía “que si se podía conseguir los extremos del arco iris, ver su nacimiento”…y ella me dijo que si… “pero era muy difícil y que según le habían contado, en esos extremos podía conseguirse una vasija cargada de oro, pero que no conocía a nadie que la hubiese encontrado, son cuentos de camino”-me dijo-.
Salí a patio tratando de calcular la distancia de dónde estaba el extremo más cercano del arco iris, para tratar de llegar, pero luego me dí cuenta que no era cerca y seguramente muchos aventureros me llevarían una delantera muy grande y también pensé que si conseguía esa vasija de morocotas, pues iba a ser un problema cargarla y defenderla de los bandoleros que me harían picadillo. Yo mismo me reí de mi ingenuidad y entonces volví nuevamente a mi secreto y me trepé nuevamente en la mata de ciruelas. Estuve varias horas sentado en un palo comiendo ciruelas; después de mordisquearlas lanzaba a la distancia las semillas y me volvía a quedar absorto en mi mundo de nueve años, hasta que mi tía daba conmigo y gritaba: “Muchacho bájate de ahí, que te puedes caer y si te caes, yo te remato para que aprendas a cuidarte…”