sábado, 25 de abril de 2015

Negro Cimarrón

Negro Cimarrón
Corría desesperadamente, saltaba riachuelos sorpresivos que bajaban furtivos desde la montaña. Los arbustos se perdían a mis espadas, mientras ascendía en la tierra desconocida: entré en una especie de santuario, sin pagar tributo.
Deseaba terminar lo más pronto posible con el escape de la esclavitud y conseguirme en algún lugar con negros que habían huido de la opresión. Abajo, a lo lejos, se escuchaban voces ocasionales y ladridos permanentes de bestias intransigentes.
Mis pies descalzos eran ingobernables, parecían independientes de mi corazón y de mi pensamiento. Me convertí en viento, soplando paso a paso; arrastrando la tierra negra, generosa, materna y afectuosa, que recibía el peso de mi cuerpo.
Descansé brevemente entra platanales silvestres. Calmé el hambre olvidada por la caminata. Nunca había percibido la intensidad del canto de los insectos y las aves con esa sensación nueva de libertad: Volví de nuevo en mí y continué con la marcha. Tenía tres días sin dormir; y me balanceaba sobre mis piernas con el miedo constante de despertar capturado por los esclavistas.
Ya no me molestaban as heridas de los latigazos, pero el dolor, lo sentía en el alma. En un momento, parecía estar soñando y en realidad corría como sonámbulo.
Llegó un momento en el cual no sentía mis piernas, ni mis manos: casi ni respiraba. Entonces, me pareció que fui tomado por dioses azules que me halaron por los hombros y me depositaron en lo alto de bosque.
Cuando abrí los ojos, ya era de día. Desperté rodeado de un círculo de negros cimarrones. Me puse a llorar sin poder controlar la humedad en mis ojos y no pude disfrutar de vuelo de una bandada de pericos y azulejos, que surcaron el cielo

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