sábado, 25 de abril de 2015

Boves, El Blanco.

Boves, El Blanco.
Sentía el sacrificio humano flotando en el aire llanero. Casas de bahareque se ven en la lejanía con sus paredes bailando bajo el sol. También sobresale una hilera de almendros en busca del poblado, pero a mi frente se observaba el campo abierto con dos ejércitos en contienda. Vencer o morir, esa era la filosofía. Mi corazón palpitaba, desbocado; las manos me sudaban a torrentes, entonces, mojo las riendas sin querer y el caballo percibe mi angustia. Mis pies descalzos se aferraban en los estribos. Soy un zambo obediente ante mi General, sin camisa ni sombrero y a la diestra tengo mi lanza, sujetada con fuerza, como si fuera un tercer brazo.
Las mejores lanzas estaban en la 2da fila del batallón y entre ellas la mía, que buscaba suficiente gloria para un “pata en el suelo”. La orden estaba dada: El General Boves era el blanco y le observábamos montado sobre su brioso caballo negro; un andaluz altivo, pelirrojo, era el terror del llano comandando sobre ese hermoso caballo negro como la noche.
De repente, retumbó una explosión de fusiles a mi izquierda y todos vamos al frente buscando al enemigo con gritos incontenibles de guerra, con mucho ánimo y entusiasmo. Al instante, nos responden y vienen de frente al contraataque, entonces chocan los ejércitos derramando sangre, en medio del fuego cruzado. Yo me encomiendo, rezo todo lo que me sé, en pensamiento y “…que Dios me agarre confesado.” La suerte estaba echada. Salto animales caídos, percibo rostros ensangrentados, galopo con fuerza hasta encontrar el camino despejado. No estoy solo. Cinco jinetes más van conmigo a paso veloz, como seis rayos.
Como cosas de destino, conseguimos al pelirrojo con el brazo alzado y el cabello revuelto, entonces, movió su espada, pero en segundos todo había terminado: “de seis lanzazos lo cruzamos, con seis oraciones lo crucificamos.” Casi no lo podía creer. Mis compañeros se quedaron parados frente al difunto. “Yo seguí galopando, sin parar en busca de galerones y fulías, pero todo estaba desierto.” Tan solo conseguí unas cuantas viejas rezanderas y un calor insoportable. Pero , chivo que se devuelve se desnuca y yo continué galopando por el llano, hasta caer la noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario