sábado, 25 de abril de 2015

La bola de fuego

La bola de fuego

Salimos del pueblo de El Tocuyo, cada quien montado en su burro y dos animales adicionales que iban cargados de provisiones y mercaderías. No íbamos en silencio y pocas veces viajábamos de noche, por temor al Barrabás  del camino: Ustedes saben, esos ladrones agazapados que esperan la oportunidad de ejecutar un asalto en un sitio difícil.
La luz de la luna alumbraba claramente el sendero y todo estaba en calma y tranquilo.

 Pasada la medianoche, cansados de montar, decidimos caminar para estirar las piernas y darle descanso a los burritos, cuando vimos en la lejanía una bola de fuego que parecía un cometa volando a ras del suelo a inmensa velocidad.

Nos quedamos atónitos con la quijada en el suelo. Inicialmente, esa bola, parecía un astro caído del cielo. Parecía una llamarada de dragón. Pero, no era un fenómeno de la naturaleza, ni un ataque bélico desconocido, porque escuchábamos voces maldiciendo, risas  escapadas del mismo infierno, que hacían que la orina corriera sin control. Nos tiramos a la tierra y nos encomendamos a Dios. Entonces los animales huyeron al campo abierto y la candela se acercaba cada vez más como si fuera un sacrificio infiel, diabólico.
Levantamos la cabeza y nuestras miradas buscaron una carreta parada al frente, con un hedor muy pestilente, chorreada de sangre, con intestinos colgados, cabezas cortadas de blancos, negros e indios. Entonces, se escuchó una risa retumbante de un hombre y pude recordar inmediatamente las historias que me contaba mi abuelo del tirano Aguirre que siempre andaba en pena por esos llanos…Invoqué a la virgen, me entregué de corazón al Dios todopoderoso, pero como quería vivir me llené de valor y me fui corriendo sin mirar para atrás. Más nunca supe de los amigos, tampoco de los burros y tampoco salgo de noche por esos caminos…

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