-Llévenselo, llévenselo-gritaba el funcionario a los otros que cubrían sus rostros con pasamontañas negros y protegían su pecho con chalecos antibalas, mientras balanceaban sus pistolas 9mm de fabricación rusa-.
Las mujeres gritaban con mucha valentía que le dejaran tranquilo, que él no había hecho nada, que era un buen hombre de su casa, buen hijo, buen marido, buen padre y no se metía en política y menos contra el gobierno.
Pero, el hombre seguía contra la pared, sudando a raudales y pidiendo que le enseñaran la orden de cateo y de aprehensión que no aparecía por ningún lado.
-Deja de hablar tonterías-le respondía el funcionario con cara de militante político de la revolución- camina o te hacemos caminar-le dijo-
-¿Pero quién me acusa de golpista? -Preguntaba el hombre con una voz preñada de impotencia-
Un patriota cooperante-le dijo el funcionario-
Entonces , al pobre hombre lo sacaron de su casa tan rápidamente que ni siquiera puso los pies sobre el piso y cuando se dio cuenta , ya estaba en un calabozo de la policía política y comenzó a temer por su vida, como en los tiempos de Federico García Lorca.
-¿Pero quién me acusa de golpista? -Preguntaba el hombre con una voz preñada de impotencia-
Un patriota cooperante-le dijo el funcionario-
Entonces , al pobre hombre lo sacaron de su casa tan rápidamente que ni siquiera puso los pies sobre el piso y cuando se dio cuenta , ya estaba en un calabozo de la policía política y comenzó a temer por su vida, como en los tiempos de Federico García Lorca.
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