¡Fue un chinkungunyazo!
¡Fue un chinkungunyazo! Hace quince días me fui a oriente, al pueblito dónde nació mi mamá, para vivir de cerca los preparativos que hacían los parroquianos frente al Golfo de Cariaco para celebrar el día de “La Virgen del Valle”. Mi abuelita, que es muy sabionda me dijo: “Hijo, mucho cuidado con el zancudo y te traes una chinkungunya”.
Yo tenía mucho cuidado y andaba con los “ojos pelados”, pues las palabras de la abuelita resonaban constantemente en mi pensamiento como chorro goteando agua, pero ¿Cómo se puede evitar que un zancudo se enamore de uno y le pique malamente para llevarlo derechito a la cama con dolores, fiebre y pasando trabajo? Ni modo, dormí con un mosquitero, tenía el cuarto de habitación en un solo sahumerio, quemé concha de coco seco para alejar la plaga y hasta mandé a fumigar la casita familiar y desmalezar el monte, cuestión de alejar cualquier bichito que me diera un susto y me echara a perder mis días en el pueblito donde mi sangre baila tambores, bajo un sol caliente y un olor intenso a mar, que provoca comer el coro coro frito con una buena arepa.
Total que la pasé muy bien y hasta me encariñé con una negra buenamoza, que me tenía como loco, quien vive en el pueblo vecino y si bien le di a la bella mujer afectos de amor a plazo, les digo que debajo de unos cocoteros me dieron mi chinkungunyazo. Entonces, me vine a Caracas todo enfermo y dolorido por culpa de un zancudo o una zancuda, que en algún lugar, me dejó un rosetón, gracias a Dios tengo a mi abuelita, que con sus manos tiernas me prestó toda su atención y su voz de viejita me dijo: ¡Fue un chikungunyazo!
Yo tenía mucho cuidado y andaba con los “ojos pelados”, pues las palabras de la abuelita resonaban constantemente en mi pensamiento como chorro goteando agua, pero ¿Cómo se puede evitar que un zancudo se enamore de uno y le pique malamente para llevarlo derechito a la cama con dolores, fiebre y pasando trabajo? Ni modo, dormí con un mosquitero, tenía el cuarto de habitación en un solo sahumerio, quemé concha de coco seco para alejar la plaga y hasta mandé a fumigar la casita familiar y desmalezar el monte, cuestión de alejar cualquier bichito que me diera un susto y me echara a perder mis días en el pueblito donde mi sangre baila tambores, bajo un sol caliente y un olor intenso a mar, que provoca comer el coro coro frito con una buena arepa.
Total que la pasé muy bien y hasta me encariñé con una negra buenamoza, que me tenía como loco, quien vive en el pueblo vecino y si bien le di a la bella mujer afectos de amor a plazo, les digo que debajo de unos cocoteros me dieron mi chinkungunyazo. Entonces, me vine a Caracas todo enfermo y dolorido por culpa de un zancudo o una zancuda, que en algún lugar, me dejó un rosetón, gracias a Dios tengo a mi abuelita, que con sus manos tiernas me prestó toda su atención y su voz de viejita me dijo: ¡Fue un chikungunyazo!