jueves, 18 de septiembre de 2014

La suerte que tiene mi tío

La suerte que tiene mi tío

El viejo alegre de mí tío, me llamó bien temprano en la tarde del sábado, desde una taguara donde bebe aguardiente y escucha música vieja, por los lados de la parroquia San José, donde se encontraba con una amiguita bien simpática que conoce desde sus tiempos juveniles.

Me pidió expresamente que fuera con diligencia a buscarle un medicamento, que necesitaba con premura. “Caramba mi tío, en qué problema me pone usted –le dije- de buscarle un medicamento con urgencia, en estos momentos tan difíciles que vive la patria, cuando no se consigue ni una pastillita para el dolor de cabeza”.

“Por eso te pido sobrino querido -me dijo con una voz de desesperación- que te muevas en tu carrito, como un peso pluma y busques el medicamento, luego me lo traes a mi sitio predilecto-que tu sabes dónde es-, porque hoy es un día muy especial para compartir con “la china”-así se llama su amiga querida- y no quiero tener inconvenientes por lo imprevisto de este encuentro amistoso.”

Dicho y hecho, salí como alma que se lleva el viento y busqué en la primera farmacia, donde sin ningún inconveniente conseguí el medicamento-que por cierto había como  granos de arroz en una bolsa de a kilo- y me apersoné al encuentro con mi tío, quien me dijo muy orondo: ¡Santo Dios bendito, aceite para mis bisagras! Y entonces me dio un abrazo y se fue con su amorcito, mientras al fondo se escuchaba la melodiosa voz de Bienvenido Granda, acompañado de “la sonora matancera”. Es todo un galán, mi tío.

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