Este sábado fui a la Av. fuerzas armadas para pasearme donde están los libreros-ustedes saben- y buscar algunos libritos de historia de finales del sigo xix y si tenía suerte encontrar un material raro para leer y regalar a mis amigos.
Inmediatamente, al momento de estacionarme frente a los quioscos me “salta encima” un sujeto con cara de borracho irrecuperable para decirme que me cuidaría el carro y que la tarifa era 50 bs. Yo le dije “…que muchas gracias, pero no estaba interesado en su servicio, además que estaría al frente de mi carrito con un vendedor que me guarda libros, que me gustan.”
Mas vale que no. El hombre se puso como un energúmeno y hasta me sacó una ”pico de loro” que por poco me manda al hospital Vargas. Afortunadamente, muchos libreros que me conocen salieron en mi ayuda y calmaron al tarzán para que no hiciera parrilla conmigo. Obviamente, la policía no se veía por ningún lado, así que yo me fui y el hombre siguió en su trabajito.
Luego, en mi turismo sabatino, me fui a la plaza Bolívar estacionándome en la av. Urdaneta para encontrarme con unos amigos y me sucedió algo parecido. Pero, esta vez le pagué al hombre 20 bs. para no caer en provocaciones, ni llegar tarde a la cita. De allí, me fui a una tiendita de CDS por la esquina de Santa Bárbara para comprar unas películas, que me entretuvieran el sábado por la noche ¿Y que se imaginan ustedes que pasó? Pues, me intercedió otro jipato cobrándome estacionamiento nuevamente, pero el pobre quedó con los ojos blancos ante una señal de dedos –medio perversa-, que aprendí en mis tiempos de escuela.
Finalmente, me fui al parque los caobos a donde me encontraría con unos poetas trasnochados amigos míos e intercambiar textos y palabras ¿Y adivinen que pasó tan pronto cerré la puerta del carro para buscar a los amigos?
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