“Albertico”, así se llamaba.
“Todo comenzó porque la señorita Elena-que era hija de una familia con mucha plata, me contaba mi abuelita Pía-, se enamoró de un tipo que era un pájaro bravo; que era un “agarre y huye”, un tipo “picaflor”-tu sabes- que lo que estaba pendiente era de meterle mano a la muchacha bonita. Entonces, un día la Elena salió preñada en esos amores escondidos. Cuando la bella Elena le dice al hombre su situación, el tipo lo que hace es evadir la cosa y le propone que se deshaga de la criatura y se pierde del mapa para toda la vida. Don Rafael quien era el papá de la muchacha entra al bate y es quien asume el mando del problema, siendo de la idea que abortara, pero la muchacha no quería.”
“…Alli es donde empieza un drama muy angustiante-me contaba la abuela, mientras se fumaba un tabaco manufacturado en Cumaná, que yo le compraba en la bodeguita del señor Juan-, porque el viejo Rafael la manda con su nana -quien era una negra con su pañoleta de lunas y su falda floreada, tu sabes-, para una casa de campo que tenían no se dónde y allí la escondió hasta que pariera…”
“-Caramba abuela, eso si es una novela interesante, le comenté a la abuela.”
-Súper interesante mijo-me dijo la abuela, mientras se tomaba un cafecito recién colado
y se acomodaba en su mecedora-, pero como tu mamá no quiere que la veas, yo te la iré contado poco a poco y así tu estás enterado de la cosa, ji,ji,ji-se reía la abuela con una complicidad tremenda-.
-¿Y entonces, nació el niñito, abuelita?-le pregunté-
-Si mijo, la Elena tuvo un varoncito, pero eso te lo cuento mañana en detalle, solo te adelanto que el chamito fue criado por la negra y le puso por nombre Albertico…Albertico Limonta.
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