¡Corre abuela, corre!
¡Abuela, abuela, la señora Evarista le manda a decir que están vendiendo harina de maíz en el supermercado; “que se ponga las pilas, abuela”, para que no se quede contando pajaritos! gritaba mi nieto, mientras me llenaba de una desesperación muy grande, por temor a perder la oportunidad de comprar la harina para las arepas. Entonces, en menos de lo que canta un gallo, me vestí corriendo; me puse unas lycras muy cómodas que tengo, una chemise, unas sandalias y mi pañueleta para ganar tiempo; agarré los reales y salí corriendo como si fuera una competencia de formula uno, porque delante de mi y detrás de mi, iban muchísimas amas de casa, que también habían escuchado el alerta que había mandado la Evarista. Entonces , salí de la calle con la velocidad de un rayo, cruce la avenida como un bólido pero me estrellé como Pastor Maldonado, porque la harina se había acabado.
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