lunes, 6 de octubre de 2014

Libre como un pajarito *Colaboracion de Estelita Guarapana


Libre como un pajarito
Muchos años pasaron hasta que cumplí mis 14 años. No me sentía feliz en Caracas. Siempre escuchaba a la gente decir que “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra…” pero ya teníamos en la capital como siete años y yo me moría por regresar a mi pueblo y ver las aves volar libremente por todas partes con su bullicio y su trinar de vida; disfrutar del sol cuando sale en la mañana por el este, ver la inmensidad de una luna llena que sale del mar y alumbra toda la noche como un inmenso farol, comer mis cachapas hechas con jojoto tierno y queso lechoso, comer un buen pescado ahumado,. Eso era vida.
Por ello cuando mi papá me dijo que si era capaz de regresar con él al pueblo para vivir en su casa materna, yo no pude disimular mi gozo y alegría que me permitió reencontrarme con mis amigas de niña; con la música llanera, con la música oriental y con la pureza del aire que el viento lleva para todas partes como un símbolo de vida, que se renueva permanentemente, cada verano y cada invierno.

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