¿Quién sabe?
Cuando llega el día de los muertos, o sea el 2 de noviembre, yo me preparo. Entonces, con antelación invierto una plata comprando flores; contrato a mis cuñadas que me ayudan a preparar ramos en una especie de combo. Procuro que el precio sea solidario y de esa manera, ya el sábado, como a las tres de la mañana, estamos preparados para tomar nuestros puestos estratégicos en el cementerio y acomodar las cosas para que la venta se de en armonía. El río de gente que acude el sábado y el domingo, al camposanto es tan grande, que la venta es segura. Este año, también venderé velas, fósforos, misales y sahumerios. Y para que el negocio me quede redondo y todo me salga bien he mandado a hacer nueve misas a las ánimas benditas en la iglesia de mi parroquia. Y es, que el año pasado no me acordé de las ánimas y entonces se me perdió una plata de una manera inexplicable. Por ello, no pienso caer en el mismo hueco dos veces. ¿Quién sabe, si este año, me devuelven la plata que se me perdió el año pasado?
Yo he sabido de ánimas mañosas que andan por allí haciendo juegos a la gente, empezando con la pícara de mi suegra, q.e.p.d. a quien le haré su misa y le llevaré sus flores, bien tempranito… ¿Quién sabe, si así no se me vuelve a perder plata, ni me pasa nada desagradable? “Yo digo que con a suegra hay que tener mucho cuidado, incluso después de muerta”
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