La cama de Pedrito Guarache
Habían pasado siete años desde que nos habíamos ido a vivir a Caracas. Yo era una adolescente y cuando retornamos nuevamente al pueblo, llegué directamente a estudiar segundo año de bachillerato en el único liceo que teníamos y que queda cerca del stadium de baseball. Como podrán imaginar, allí estaban mis amiguitos de la infancia y entre todos sobresalía Pedrito Guarache, quien era como un hermano y además amiguito de toda la vida de mi hermano Joaquín. Ellos se la pasaban para arriba y para abajo juntos: Cuando Pedrito andaba montado en una mata cogiendo ciruelas, usted puede tener la seguridad, que más arriba estaba Joaquin; si Pedrito jugaba fútbol, entonces Joaquín era el portero; si Pedrito era pitcher en un juego de béisbol, Joaquín era el catcher. Sencillamente eran inseparables.
Un día mi papá le dijo a Pedrito: “… lo que faltaba era que se quedara durmiendo en la casa…” Entonces, sucedió. Joaquín le dio su cama y desde entonces comenzó a dormir en una hamaca al lado de Pedrito. Papá no tuvo otra alternativa que comprar una cama para Pedrito y si bien no le pudo dar su apellido, lo trataba como a un hijo, hasta que se hizo hombre…
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