miércoles, 8 de octubre de 2014

Los gallos de Nemesio (Colaboracion de Estelita Guarapana)

·          Voy a echarles el cuento de la vez que le robaron los gallos a nuestro amigo Nemesio Paraqueima. Resulta que Neme pensó que sería su último día, cuando descubrió como a las cinco de la mañana que habían desaparecido sus mejores gallos de pelea -importados de Puerto Rico-, en su criadero.
Cuatro de sus animales no estaban en el gallinero. Y la verdad no sabía qué había pasado. Entonces, Jesús Guaicara –su primo- se ofreció para hacer una inspección extraoficial para tratar de ver cómo había sido el secuestro. No había rastro de nada y no se hallaban respuestas que explicaran el acto criminal.
Pasaron cuatro días y en las orillas de la Laguna de Unare, a escasos 800 metros de su parcela, se consiguieron los rastros claros de un sancocho improvisado sobre la tierra, donde un tumulto de carbón quemado daba muestras del hecho y además, Jesús descubrió un volumen apreciable de plumas, las cuales fueron reconocidas por el propietario de los gallos, como prueba precisa que estos, habían sido sacrificados y puestos en la olla como a un vulgar pollo brasileño de esos que se venden muy baratos, en cualquier operativo de venta de alimentos que hace el gobierno.
Así que Nemesio, inmediatamente se dirigió a la policía del Estado en la avenida principal del pueblo para pedir ayuda en la averiguación. El comandante de azul, se declaró impotente –cual Poncio Pilatos- para darle curso a la investigación, pero le recomendó al doliente que se dirigiera a Puerto Píritu, para poner la denuncia ante el cuerpo técnico judicial, porque el caso era muy complicado.
A la pregunta de quién cree usted que es el posible indiciado en el hecho, Nemesio acusó a un muchacho amante de los gallos de pelea y que se interesaba en aprender los rudimentos en la cría de estas aves y además dijo que éste muchacho le tenía envidia. De esa manera, un detective con cara de hambre se apareció en la casa del muchacho y se lo llevó a la delegación a 40 kilómetros de distancia.
Lo que si sabe es que han aparecido otras evidencias de sancochos de lebranches, catácos, róbalos con camarón en la costa de la Laguna y quizás hay un inocente hombre “sancochero” deambulando por esas tierras, que no distingue entre gallinas y gallos de pelea, a la hora de saciar el hambre.

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