jueves, 16 de julio de 2015

El precio de las empanadas revolucionarias
Nosotros tenemos una extraña atracción
Por la ingesta de empanadas
Como si fuera un juego
Parecido a la sorpresa
Que al darle el primer mordisco
una miraba por el huequito
Para ver cómo estaba el relleno
Y entonces, todo era goce
Para devorar su contenido
Sea de carne molida, de cazón,
De pollo, de carne mechada,
De queso rayado
O de domínó.
Si,
En la cuarta república 
Desde que uno era un chamito
Se compraban empanadas deliciosas
Por tan solo un mediecito,
luego subieron a un realito
y después a un bolívar
Pero en contraprestación
Eran empanadas mamarras
A la cual uno tenía que hacer un esfuerzo de tragavenado
Para darle diente.
Ha sido en tiempos de revolución
Que a misma empanada
Sin recibir modificación tecnológica
Haya aumentado de precio
Como si fuera un repuesto importado
Para el carro, el pc portátil
O , la televisión.
En estos días fui a comprar 10 empanadas
Bien temprano en la mañana 
Para desayunar con mi hijo 
y dos invitados
Que venían a casa
En son de compartimiento
Y cual no fue mi sorpresa
Con el nuevo precio 
Del estupendo invento
Que llegaba a 50 bolos
Como si estuviera comprando
Un caldo de pollo
Además,
solo había empanada de salchicha
De perico, y hasta de repollo
-¡No joda, yo paso!
-le dije a la mujer
Y me fui al carro a buscar otro local
Que me vendiera mi empanada tradicional
De pollo, de carne
así sea de Mercal
Paseando por el bello Río Guaire
“Pasear por el río Guaire
-me dijo una nena de Santa Teresa-
Es como andar en un carro sin gasolina
Y comer mora creyendo que era fresa”
Yo tomé una curiara
Por los lados de Antímano,
me vine con la corriente,
ayudado con la mano
y remando con un palo
tratando de disfrutar su belleza.
Poquísimas garcitas 
se veían montadas en algún palo
y las aguas turbias y malolientes
daban la sensación
de andar metido
en un charco con corriente.
En algún lugar,
Estuve seguro de ver
A un hombre medio decapitado
Que iba a toda vela con destino hacia Petare;
De que estaba muerto, estaba muerto,
El pobre estaba súper agujereado
Como diez balazos tenía en el pecho
Y para colmo medio decapitado
¿Qué raro, que los malandros no lo quemaron?
-me dije-
El recorrido se hizo rápido
Más rápido que ir por la autopista
-les digo-,
En lo que un sapo echa un brinco 
Ya iba por Quinta Crespo
Con mucha defecación
Seguramente,
Saliendo de unos sumideros
“ni por el asomo” seguía metiendo la mano
Por temor a que se me pegara un raro pescado.
Del tímbo al tambo 
Llegué al Puente de Las Mercedes
Donde unas guacamayas verdiazules
Se me quedaron mirando con picardía
Y comenzaron una burladera
Y creo que algo me dijeron
Pero yo me hice el musiú
Y miré para otro lado…
Cuando llegué cerca del Hospital Domingo Luciani
Por los lados de El Llanito
Me conseguí con un recodo
Entonces,
Aproveché y me bajé
Moneándome por una pared de cemento
Y me fui a emergencia
Para que me inyectaran alguna penicilina
Con la seguridad absoluta
Que el saneamiento del río Guaire
Fue una gran trampa,
Y estoy seguro que esos reales se perdieron
Se los birlaron, se los gozaron…
-No se para qué cuenta ajo,
Me compré una curiara
la próxima vez
Me voy para el llano.
Juan Nepomuceno, “El Hombre”.
Había pasado todo el sábado de una manera muy agradable. Bien temprano en la mañana estuvo caminando y haciendo ejercicios de bajo impacto. No crean que “El hombre” era un atleta de alta competencia. Luego, se fue a desayunar con unos amigos de toda la vida con quienes compartía las noticias del día e intercambiaba libros y revistas que contienen materia interesante para cada quien. Yo diría que el sábado se estaba dando como ellos querían y habían planificado días antes, totalmente fuera de la rutina de andar buscando alimentos y de estar limpiando en la casa; que si lavando, que si limpiando: Sobre todo nuestras amigas femeninas estaban muy contentas y alegres. Cuando “El hombre” ve el reloj se da cuenta, que casi eran las 4 de la tarde y decide despedirse del grupo con el pretexto de que quería buscar unas películas de cine español en la plaza de los museos-cosa cierta-, y de esa manera se fue sin novedad a comprar los CDs que garantizaban su fin de semana cinéfilo.
Efectivamente, “El hombre” se estacionó muy cerca del local donde venden las películas frente a la Defensoría del Pueblo. Un sujeto maduro que siempre está allí los fines de semana, se ofreció para cuidar el vehículo y entonces “El hombre” se internó entre las palmas desnutridas, para acortar el camino. Cuando salió de hacer sus compras decidió ir a comprar agua para calmar la sed, entonces se dirigió hacia la plaza entre los museos de ciencias y bellas artes. Fue e momento preciso, cuando descubre que la misma estaba tomada de por lo menos cuatrocientos jóvenes de mal aspecto con vestimenta rafta y sus características cabelleras largas entrelazadas como las usaba Bob Marley . El asunto de la apariencia de los muchachos era lo de menos, lo significativo fue cuando se ve envuelto en una densa y concentrada atmósfera de humo proveniente de una colectiva fumarola de hierbas ilegales que lo levantaron del pavimento y lo hicieron volar por encima de los artesanos como si fuera el mismísimo Pegaso, en una aparición inesperada, que lo llevó tan lejos, pero tan lejos, que difícilmente regrese a tiempo para un próximo reencuentro con los amigos de siempre.

Desaparecido

Desaparecido
Esa mañana se encontraba caminando en el parque. Llevaba puesto un pantalón azul corto de algodón , una franela blanca también de algodón, unas medias de tenis y unos zapatos blancos para hacer ejercicios. Tenía puesta una gorra blanca y en los bolsillos del pantalón llevaba las llaves del carro, algo de efectivo, el ticket de estacionamiento y una cartera donde estaban sus documentos. Entonces, de repente dejó de caminar por la calzada y buscó dónde sentarse. Así lo hizo en un banco de madera verde que seguramente tenía allí casi sesenta años, desde que inauguraron el parque y él era un niño. Se quedó mirando el cielo azul y observaba como el sol bañaba de una luz tenue las colinas del sur. Bajó la mirada y se encontró con los árboles recién podados y pudo escuchar el trinar de las aves silvestres que se escondían entre el follaje. Una línea de guacamayas verdiazules pasaron en lo alto haciendo un escándalo de negras cocinando frente a un fogón y pensó en tomarse un jugo de naranja. Se levantó del banco y se fue caminando por la calzada buscando con la mirada un sitio dónde tomar café o jugo , se revisó los bolsillos y supo lo que tenía encima, pero no sabía quién era, dónde estaba, ni dónde vivía…comenzó a ponerse muy nervioso y entró en un pánico jamás sentido. Siguió caminando sin saber para dónde, mientras seguía perdiéndose cada vez más en una telaraña de recuerdos incongruentes, que solo fueron despejados muchas horas después, cuando las autoridades lo encontraron llorando como un niño y pudieron contactar a su hijo.

sábado, 13 de junio de 2015

La hija de Carmen Campos

La  hija de Carmen Campos

Escenario: Madre e hija se encuentran sentadas alrededor de la mesa del comedor. Ella momentos previos, había llegado de la calle muy contenta, entonces  colocó su cartera en una mesita y luego se sentó en la silla principal para hablar con su madre, que estaba leyendo una revista sobre farándula.



Madre: Te veo muy contenta hija, ¿Cómo te fue en el curso, en el trabajo? Cuéntame, ¿Qué noticias buenas me traes hija querida? Pues tus ojos hablan de alegría, parecen dos maripositas revoleteando sobre unos jazmines.

Hija: Si madre, estoy muy emocionada

Madre: Ya lo creo ¿Es que te has ganado el premio gordo de la lotería o conseguiste buenos precios en un una barata de esas que venden pantaletas de lleve tres y pague dos?

Hija: Ay mamá por favor no inventes, ji,ji,ji,ji Pero si. No te lo puedo negar, más que contenta, estoy muy emocionada.

Madre: -¡Caramba mija, suelta la sopa! ¿Qué es lo que te tiene tan contenta, mija?

(La madre se e acerca para escuchar mejor su confidencia, le toma las manos y le mira a los ojos).

Hija: -Bueno mamá, te cuento que mi jefe me agarró en la oficina antes de salir, me aprisionó contra la pared y me confesó que le gustó mucho, que me quiere…

M adre: Pero, hija eso es una bomba. ¿Estás segura que no es casado, verdad?
Hija: Si madre, él no es casado y es un buen hombre
Madre: Ya
Hija: Me dio tanto nervio que casi me orino, mientras me hablaba. Creo que me puse roja como un tomate y las piernas me temblaban de una manera …que hasta me sonaban las canillas, tracatrá tracatrá…

Madre: No es para menos, hija. ¿Qué te puedo decir? ¿Y a ti te gusta ese hombre?

Hija: Es muy buen mozo mamá y tiene plata que jode

Madre: Eso es muy importante, pero no es todo. Mira los cuentos que se ven a diario en la farándula. Muchos de esos carajitos son muy bonitos se empatan con esas mujeronas y después termina que son rolo de pargos, afeminados y se declaran homosexuales de la noche a la mañana y que se van a casar en Argentina con otro pargo…y que se van a cambiar de sexo, como el hombre ese, que después de vivir con su mujer más de 25 años sale con la vaina que quiere ser mujer, porque siempre se sintió mujer y todo eso…

Hija: No mamá, él es todo un hombre

Madre: -Y después que te dijo eso, ¿Tu qué hiciste? ¿¿Tu qué le dijiste?

Hija: No supe que responderle, me dejó totalmente fuera de base, tartamudeé Y de vaina podía hablar. Le dije que tenía que pensarlo, que no era mujer de un ratito, que yo era una mujer seria y que no nací para amante de nadie, como si fuera un vaso de agua. Entonces, el hombre se me quedó mirando y me dijo que eso precisamente le gustaba de mí , que yo era una buena mujer y que él no pensaba usarme , ni nada de eso.



Madre: Caramba mija, eso suena en serio
Hija: Entonces, le dije que lo tomáramos con cuidado, porque yo necesitaba mi trabajo y no quería problemas ni malos ratos, ni escenas, ni que la gente estuviera hablando cosas desagradables de mí por detrás.

Madre: Claro mija, hiciste lo correcto

Hija: Entonces, le dije que se quedara tranquilo y que el viernes, después del trabajo podíamos conversar un rato la cosa y él me dijo que estaba bien.

Madre: bueno, si salen el viernes no te vayas a poner muy melosa con ese señor. Mira que en las novelas las mujeres que se toman su tiempo terminan levantándose al galán y no sueltan en la primera de cambio. Yo por lo menos me tardé en darle a tu papá mi quita sueño, ji,ji,ji y me casé con él cuando tenía 25 años, pura, intacta, sin haber sido tocada por nadie….

Hija: Ay mamá, los tiempos han cambiado, por favor

Madre: Yo sé perfectamente que los tiempos han cambiado, pero en cuestión de amores , se lo que te digo. No le vayas a soltar la vaina tan fácilmente. Ponlo a sufrir y que se espere. ¿Tú no has dado la vainita, verdad?

(La hija se levanta de la silla, toma su cartera y se dirige a su cuarto)

Madre: ¿Tú no has dado la vaina verdad? Coño, respóndeme, gran carajo…

La paloma de Parra


La paloma de Juancito Parra
El Escenario
El hombre había pasado toda la mañana en el pasillo frente al consultorio del Dr. Pérez hasta que una hermosa secretaria le dijo que pasara, después de anotarlo en una ficha rectangular donde estaba colocado su nombre, sexo, peso, estatura, edad, estado civil, dirección, teléfono y foto de frente. También la secretaria había emitido un recibo y le había cobrado 2000 Bs por su primera consulta.
(Ya puede pasar-le dijo la secretaria-, entonces escoltó al Hombre por un pasillo corto muy lujoso, como si fuera la oficina de un Presidente de un gran Banco, hacia el consultorio del Dr. Pérez, que era antecedido por una pared llena de diplomas, reconocimientos y dos inmensos cuadros originales de dos pintores franceses de reconocida firma y en la puerta había una placa en color oro que decía “Especialista en cirugía estética”)
Secretaria: -Buenos días Dr. Pérez le presento al Sr. Parra , que viene a su primera consulta.
Dr. Pérez: Mucho gusto señor Parra, bienvenido a mi consultorio, por favor tome asiento y dígame en qué puedo ser útil.
(La hermosa secretaria con su faldita pequeñita y más atributos que Iris Chacón, le entrega la ficha, sale inmediatamente del consultorio y cierra la puerta).
Parra: -Muchas gracias doctor, gusto en conocerle. Realmente pensé mucho en venir
a su consulta. Lo pensé por muchos años y me decía “me provoca someterme a esa operación”, pero no tenía la fuerza para venir. Hasta que un día leyendo la revista de los domingos que viene insertada en el diario y ví su anuncio, que coincidió con una entrevista que le hicieron a usted y donde exponía que tiene más de 30 años de experiencia…me decidí.
Doctor: Ah, esa entrevista gustó mucho y la leyó mucha gente. Usted no se imagina la cantidad de personas que han venido después de eso. Recuerdo que ese día me puse una linda corbata de seda italiana, verde perico, con un traje de lino azul eléctrico y la foto quedó preciosa … A mi me gustó mucho porque salí como rejuvenecido y para los efectos de marketing metí tremendo golazo. Siga contando su historia señor Parra
Parra: -Bueno doctor, entonces, me decidí y me dije “Parrita, ya es hora de lograr tu sueño. Visita a ese hombre chico y operate..”
Doctor: -Caramba que interesante señor Parra. ¿Se imagina usted que los hombres pensaran como usted? Fuera algo más que estupendo. Yo tengo algunos clientes que se hacen sus toques en los ojos, se estiran un poquito la cara para eliminar algunas arrugas, usted sabe, gente del medio de la televisión; hombres que se perfilan la nariz fundamentalmente. Yo no tengo problemas en atender hombres y mujeres, porque mi especialidad no mira sexo. Yo atiendo a hombres y mujeres por igual, aunque las mujeres son más atrevidas a ponerse sus teticas, a aumentarse sus nalguitas y hasta a ser vírgenes de nuevo, ja,ja,ja. Todo se vale señor Parra.
Parra: ja,ja,ja Le aseguro que eso lo entiendo. Yo vengo porque me quiero dar un gusto. No crea apreciado doctor que es vanidad pura.
Doctor: De ninguna manera, yo no juzgo a mis clientes. Yo cumplo órdenes y si está en mis manos, en los conocimientos de la ciencia lo que piden, y tiene plata para ello, pues, yo lo hago.
Parra: -Ya me siento operado doctor, ja,ja,
Doctor: ¿Usted, señor Parra es un hombre sano, verdad?
Parra. Si doctor, dentro de lo que cabe…
Doctor:¿Es usted diabético?
Parra: No doctor.
Doctor: -¿Tiene problemas con la penicilina, con la anestesia, con la sangre?
Parra: No doctor.
Doctor: de todas maneras tengo que mandarte unos exámenes para descartar y proceder. ¿Pero, no me has dicho que te quieres operar?
Parra: Doctor, Yo me quiero operar la paloma
(El doctor dio un respingo en su silla y se pasó las manos por la cabeza. Inmediatamente apretó el intercomunicador y le pidió a su secretaria, dos cafés)
Doctor: ¿te quieres operar la paloma, el machete, el pajarraco, el muñeco de la ciudad?
Parra: si doctor, la paloma
Doctor : ¿Y esa vaina?
Parra: Bueno doctor, yo no he sido muy agraciado por la naturaleza. Tengo un machetito
Doctor: ¿Pero, funciona, verdad?
Parra: Si doctor. He tenido cría
Doctor: Bueno ¿y entonces?
Parra: es que yo siempre quise tener una palomota, una manguera de negro…
Doctor: ¿Y dices que eso no es vanidad?
Parra: Tal vez doctor, pero yo quiero sentir mi manguera bamboleándose para un lado y para el otro y que as mujeres se queden con la quijada en e piso cuando me vean.
Doctor. Pero eso tiene sus riesgos. Puede haber un percance en ese tipo de operaciones. Los clientes se van muy contentos con su manguerota, pero muchas veces les queda de adorno, porque no levantan ni que las ensalmen. Creo que deberías pensarlo. Yo te garantizo tu palomota del tamaño que quieras…pero, puedes quedar con un solo uso: “Solo para orinar, ese es el riesgo”.
(Parra se levantó de su silla y se dirigió a la puerta)
Parra: No doctor. Eso entonces no se piensa. Prefiero tener mi renacuajo, a quedar con una manguera que solo sirve para regar el monte.

viernes, 22 de mayo de 2015

Aquel 1ro de Mayo

Aquel 1ro de Mayo
Ese 1ro de Mayo de 1977 no tenía nada qué hacer, y además toda mi familia se había ido de paseo al oriente venezolano para visitar a los parientes y darse un buen baño de playa.
Entonces, yo me encontraba más solo que misa de seis. En eso, llega mi compadre y tocayo Luisito Paraguacuto para invitarme a marchar ese día desde Plaza Carabobo hasta la plaza O leary. Yo le dije: “… pero compadre usted marcha con los adecos y yo no soy adeco, ni voté por Carlos Andrés y todos ustedes van con su franelita de la CTV”. “No importa compadre.-me dijo-, lo importante es compartir y hoy habrá anuncio presidencial para favorecer a la clase trabajadora, luego nos refrescamos y nos comemos una parrilla en “Los Caobos” con el buró sindical”.
Total que me animé al considerar el asunto de la parrillita y las bebidas gratis y me fui a marchar, pero aproveché para recordarle a los trabajadores el origen del día del trabajador en la Chicago de 1886, cuando se peleaba por reducir las horas de trabajo a 8 horas diarias y que terminó en una manifestación sangrienta, con un policía muerto en medio del zaperoco, y que conllevó a la detención de unas treinta personas, que al final se redujeron a ocho y de ellas cinco trabajadores ,luchadores por la reivindicación fueron ahorcados.
-“Caramba compadre-me dijo el tocayo-, yo no me imaginaba que el origen del 1ro de mayo como día de trabajador, fuese tan sangriento”.
Yo me limité a verlo con detenimiento y le respondí-recuerdo-, “…que la lucha de los trabajadores siempre ha sido traumática en el tiempo, no solo contra los empresarios, sino hasta contra el mismo gobierno patronal.”
Ese domingo, después que terminamos de marchar, nos fuimos al parque “Los Caobos” a disfrutar de nuestra ofrecida parrilla y las bebidas refrescantes, que no estaban por ningún lado, y el buró sindical, tampoco.

La negra Mary Flor y Pedro Infante

La negra Mary Flor y Pedro Infante
Los últimos dos años habían sido estupendos, la moneda estaba fuerte, el empleo era estable y yo estaba peligrosamente acercándome a los 30 años. Recuerdo que tenía mi bello Ford LTD 1969 con sus vidrios eléctricos y ya me había comprado una casita por la esquina de El Muerto, que me había costado 30 mil bolívares.
Si, eran años muy tranquilos y siendo yo un empleado del Ministerio de Educación, la fuerza de nuestra moneda me permitía viajar a Curazao, Aruba y Nueva York como turista, pero realmente iba a comprar ropa en cantidades apreciables para la venta en el mercado de el cementerio. Eso me daba un ingreso estupendo. Entonces, decidí pedir la mano de la negra Mary Flor para hacer mi familia.
Les cuento que escogí como fecha para el evento el 1ro de mayo con todo y anillo de compromiso, serenata, brindis y todo eso. ¿Cuál no sería mi sorpresa, cuando el papá de la negra me pregunta “qué le ofrecía yo a su hija”? Eso lo sentí como un golpe en el estómago, porque yo me consideraba un buen partido y muchos de mis amigos no tenían ni remotamente lo que yo había logrado a mi corta edad. 
Yo le dije al viejo que mi intención era graduarme, seguir mis estudios como futuro abogado, a pesar que no me había ido mal como comerciante, pero fui rechazado. El viejo me dijo que me graduara primero. Entonces, la negra entró en crisis y me dijo que ella no esperaría, que prefería fugarse conmigo, como sucede en las peliculas mexicanas donde Pedro Infante o Jorge Negrete no andan con miramientos para llevarse una muchacha bonita, llore quien llore.
“Les digo una cosa con la mayor sinceridad, la negra Mary Flor es lo único que yo me he robado en la vida. Aquel 2 de Mayo de 1970 era mía y no hubo viejo ocioso que retardara la entrada de esa negra a mi casa” Yo me sentía feliz, como Pedro Infante.

Visita para Darwin

Visita para Darwin
Como sucede todos los domingos, los presos se congregaron en la cancha que quedaba entre las dos torres de la penitenciaría y “el Darwin” no esperaba a nadie.
Entonces, se paseaba entre los grupos para conversar y compartir con las visitas de sus compañeros. Había estado preso en una cárcel del Estado Miranda, pero recientemente había sido trasladado al Guarico en uno de esos movimientos inexplicables que hace el Ministerio y que a veces no obedecen a ningún criterio lógico. Lo cierto, es que no conocía a nadie en ese sitio y el peso de su condena se hacía sentir por la soledad y las penurias que sufre un preso en tierras extrañas.
Cuántos pensamientos habían pasado por su mente cuestionando las malas juntas y los errores cometidos como si nunca pagaría por ello. De esa manera, juraba redimirse; de esa manera, deseaba salir pronto hacia la libertad y comenzar otra vida. “Si eso haría”-se dijo-
Las horas de visita se estaban extinguiendo como una vela que está a punto de acabarse, cuando desde el portón un preso le grita: “Epa Darwin , tienes visita”. Entonces, el hombre sale de su letargo y pregunta: “¿Visita para mi? ¿Quién me visita?” y el mismo preso le responde: “Es tu mamá”.

Teresa, mamá pata

Teresa, mamá pata
La señora Teresa había llegado sola en un taxi a la maternidad, como a las 9 de la noche. Entonces, sacó unos billetes del bolsillo delantero de su bata maternal color perico y le pagó al chofer, quien se marchó tan pronto ella se bajó, para perderse tras una inmensa puerta, como si entrara a una fabrica de juguetes.
Caminaba como una pata, meneándose en una especie de bamboleo con su inmensa barriga de mujer embarazada. Entró por emergencia caminando como si estuviese comprando las verduras para montar una sopa en domingo. Ella decía que no necesitaba tanto tocamiento; que ya sabía que estaba a punto de parir, que ya sabía perfectamente que era el momento…pero, la enfermera que estaba de guardia le dijo con voz de sargento de tropa “que se quedara tranquila; que ya la iban a atender, tan pronto se desocupara la doctora que estaba en quirófano”. Entonces Teresa se sentó en una silla en un pasillo donde siete mujeres, casi niñas esperaban atención, con el terror en la cara que siempre tienen las primerizas.
Pasó una hora y nada que le atendían, sin embargo la doctora de guardia ya había salido y revisado a todas las mujeres para generar una lista de atención en la sala de parto. Teresa tomó su teléfono celular para llamar a su casa y pasar revista a sus otros hijos “Todo está bien mamá” le respondió su hijo mayor. Entonces Teresa se levantó de su silla y se acostó en una camilla, mientras llamaba a la enfermera para que le asistiera y pujando como si tomara agua, comenzó el proceso de alumbramiento ante la mirada de las siete muchachas, que nunca habían visto a una madre con experiencia.

Veinte años

Veinte años
La señora se bajó de la camioneta de pasajeros en medio del boulevard porque la cola no se movía y la gente caminaba para arriba y para abajo como en una procesión sin santos.
Entonces, se fue caminando esquivando a los transeúntes y vendedores ambulantes que gritaban “tres medias por mil”; que gritaban “ lleva la pantaleta para su niña”...Y fue allí cuando se preguntó “¿A quién se le ocurre autorizar la existencia de un mercado, en la entrada de un cementerio?”
Ya tenía cuatro semanas yendo todos los domingos, levantándose bien temprano, haciendo el desayuno y dejando todo en marcha en su casa, para luego ir al cementerio.
Esa mañana había dejado a sus hijas pelando las verduras y con las instrucciones bien detalladas para que hicieran la sopa, mientras se comía una arepa con revoltillo y una taza de café con leche.
La señora seguía caminando entre la multitud y el color negro de su vestimenta le fastidiaba desagradablemente, pues el sol estaba muy bravo y ese domingo el calor estaba muy intenso. “Es que el color negro en la ropa retiene mucho el calor - pensó- , eso todo el mundo lo sabe.” 
Se paró donde siempre, en un local que vende flores, velas, velones, sahumerios, floreros y pidió un racimo de flores variadas y el dueño le dijo “que ya le habían hecho el trabajo de grabar el nombre y las fechas del difunto en la pequeña placa y que un muchacho le acompañaría para pegársela en la tumba.”
Entonces, la señora reinició su marcha calle arriba dentro del cementerio, acompañada del muchacho y cuando llegó a la tumba y observaba cómo le colocaban la placa, no pudo aguantar las lágrimas al recordar, que a su hijo se lo habían matado a los veinte años, tan solo…

La cámara oculta

La cámara oculta

Ese día me levanté bien temprano, entonces cargué mis paquetes con el material de trabajo, el equipaje y tomé un taxi para que me llevara al terminal de pasajeros de autobuses en Bello Campo para abordar e irme a Maracaibo y trabajar por unos días. Yo me quería ir en avión, pero la empresa que me contrató no quiso asumir los gastos y de esa manera emitieron dos boletos por vía terrestre. Ir a Maracaibo en autobús de día es una cosa demasiado estresante, cansona y yo rumiaba palabras nada decentes ante esa situación…
Yo sabía lo que me esperaba, pues hace algún tiempo me pasó algo parecido y cuando llegué de noche a Maracaibo, decidí que más nunca haría ese tránsito a menos que me llevara mi carro y yo me tomara mi tiempo para ir con mucha comodidad y pararme donde me diera la gana…entonces, me llevé mi bolso de mano cargado de chucherías, mi celular inteligente, películas en CD, libros para leer, revistas y muchas cosas como si fuera una abuela viajando con una gran cartera llena de cosas indispensables.
Cuando subo al autobús y localizo mi puesto, me consigo con mi compañero de viaje que para  mi sorpresa, era una monja.
La saludé inmediatamente, me le presenté y le dije “…que seríamos compañeros de viaje por unas doce horas y que esperaba tener un viaje ameno a su lado”.
La señora casada con Dios asintió con su cabeza y me regaló una sonrisa que detallé con cuidado y me di cuenta que era una mujer joven, de hermosos ojos azules, blanca como la leche y muy hermosa. Yo pensé –sin querer-que la mujer parecía una modelo, que nada le envidiaría a una actriz de cine; a una mujer ligada al modelaje, al mundo farandulero. Entonces, me puse a mirar para todos lados, pensando que me estarían mamando gallo con alguna cámara indiscreta, oculta, con algún jueguito perverso, pero no vi nada que indicara tal cosa.
No crean que la mujer era delgada como si solo se alimentara de ostias. Nada de eso. Pude ver claramente entre sus piernas cruzadas que Sofia Loren era una niña de pecho ante sus encantos. Por eso seguí haciéndome el musiú  ante la posibilidad cada vez más posible de que una cámara estuviese grabando desde un huequito.
Cuando salimos de Caracas, fue que me hice a la idea que no había una cámara oculta, entonces cerré los ojos memorizando la frase "...que esa señora estaba casada con Dios y que las monjas no tienen sexo como si fuera una de esas muñecas para que jueguen las niñas."


Como a las 9 de la noche el autobús entró en el handem de la empresa de transporte. Yo aparté la cortina roja y pude ver a través del ventanal a mucha gente esperando a sus familiares. Me despedí de la monjita con quien había pasado unas doce horas de viaje y ella me dio unos teléfonos en una tarjetita que decía “Hogar de Ancianos San José”. A ella  le esperaban unas hermanitas y un hombre que seguramente era el chofer y fue quien tomó el equipaje modesto de la mujer. Yo fui recibido por el profesor Montiel quien era docente en la Universidad Cecilio Acosta en la carrera de Comunicación Social y con quien trabajaría por un mes aproximadamente haciendo tres o cuatro estudios simultáneos y recogiendo una data importante para elaborar tablas que permitieran el análisis de la realidad nutricional, habitacional, empleo, etc., en el oeste de Maracaibo.

Tan pronto llegué al hotel bajé nuevamente a la recepción y me presté a conversar con Montiel mientras tomábamos unas cervecitas bien frías y escuchábamos música en una rokola preñada de ballenatos y merengues.

Le dije que me había quedado impresionado con la monjita, que si no es porque lleva el hábito puesto, uno nunca se imaginaría que fuese una mujer dedicada a la iglesia en cuerpo y alma. Entonces, Montiel me dijo que todo lo que hubiese intentado con esa mujer sería en vano, porque las monjas no tienen cuca.




-¿Cómo me vas a decir Montiel-le dije- , que las monjitas no tienen cuca? ¿Acaso se te han volado los tapones de la cabeza con tanto calor o es que crees que yo soy un niño de pecho? Por supuesto, que las monjitas tienen su buena herramienta, ni que fueran seres diferentes o asexuales.
-Te explico-me dijo el profesor Montiel-, cuando una mujer se convierte en monja, no piensa más nunca en sexo y la cosa es tan intensa que la cuchara se le seca y por la mente no le pasa ni un mal pensamiento, solo usan la rajita para mear .

-¿de dónde sacas eso?-le dije-. Yo entiendo perfectamente que una mujer realice sus votos de abstinencia sexual, pero no dudo que en algun momento le traicione el inconsciente y de repente la cuchara le pique de tal manera, que tenga que ir al confesionario y decirle al cura que le arde la mucura y le palpita el deseo…eso puede pasar. Tal vez no se lo diga a nadie, se lo guarde, vamos a consentir en ello, porque no es normal que una monjita vaya a la farmacia a comprar pastillas y calmantes de la fogosidad …
-Yo digo que la cuchara a una monja se le desaparece, se le esfuma, se le transforma de tal manera,  que pierde todo su atractivo y la pobre mujer no le provoca  darse unos besos a solas, tu sabes, unos autobesos…
-Una vez me enteré que en Cuba consiguieron en los sótanos de un monasterio una cantidad enorme de fetos enterrados y se supone que eran de las monjitas, quienes tenían relaciones ocultas con los padres..
-Eso son cuentos de camino. A qui en mracaibo, nunca se ha visto una monjita preñada, caminando por esas calles-me dijo-
-Bueno…por supuesto. Si alguna vez sale una monjita preñada, lo más seguro es que deje la iglesia y salga a la vida mundana, o aborte y la escondan , o en ultima instancia digan que la preñó el espíritu santo. Pero, eso no creo que lo hagan porque…¿Quién aguantaría a la prensa jodiendo a cada rato, para enterarse de la vaina?

lunes, 27 de abril de 2015

La mata de ciruelas.

La mata de ciruelas.

Veía caer la lluvia desde la ventana de mi habitación, que miraba hacia el traspatio de la vieja casona, construida a finales del siglo xix. Me daba mucho placer visual ver caer la lluvia, que invariablemente caía en mayo, alejando los zamuros que deambulan las cocinas de las casas, esperando a que alguna cocinera les aviente tripas de gallina o de pollo...  

Mi familia había llegado allí a finales de los años cincuenta y yo apenas llevaba dos años conviviendo con mí tía. Ese día, yo había estado trepado a un costado del techo, donde precisamente entraba una gran rama de la mata de ciruelas, que extrañamente daba los mejores frutos en un sitio, que casi nadie veía ni accedía. Esa generosa rama, era mi secreto y yo egoístamente procuraba mantener en secreto su carga roja.

La lluvia comenzó a amainar, a ser imperceptible, se había convertido en una brizna fugaz y entonces apareció el arco iris-quizás uno de los efectos visuales más hermosos que yo he visto en mi vida-; llegué a preguntarle a mi tía “que si se podía conseguir los extremos del arco iris, ver su nacimiento”…y ella me dijo que si… “pero era muy difícil y que según le habían contado, en esos extremos podía conseguirse una vasija cargada de oro, pero que no conocía a nadie que la hubiese encontrado, son cuentos de camino”-me dijo-.

Salí a patio tratando de calcular la distancia de dónde estaba el extremo más cercano del arco iris, para tratar de llegar, pero luego me dí cuenta que no era cerca y seguramente muchos aventureros me llevarían una delantera muy grande y también pensé que si conseguía esa vasija de morocotas, pues iba a ser un problema cargarla y defenderla de los bandoleros que me harían picadillo. Yo mismo me reí de mi ingenuidad y entonces volví nuevamente a mi secreto y me trepé nuevamente en la mata de ciruelas. Estuve varias horas sentado en un palo comiendo ciruelas; después de mordisquearlas lanzaba a la distancia las semillas y me volvía a quedar absorto en mi mundo de nueve años, hasta que mi tía daba conmigo y gritaba: “Muchacho bájate de ahí, que te puedes caer y si te caes, yo te remato para que aprendas a cuidarte…”

sábado, 25 de abril de 2015

“Señorita, por favor sírvame un güisqui”

“Señorita, por favor sírvame un güisqui”
Tan solo llevaba un bolso de mano. Salí de casa apurado con un baño de vaquero a cuestas, como si me hubiese dado un chapuzón a orillas de un manantial. No tenía que perder tiempo y entonces recordaba esas películas americanas donde siempre hay un personaje corriendo para todas partes en avión como si fuera a un centro comercial de compras. Mis documentos estaban al día, eso era lo importante; también llevaba unos cuantos dólares en el bolsillo, tarjetas de crédito, tarjetas de débito, la llave de mi apartamento en Miami, todo lo demás aguardaba por mi en esas tierras, incluso la suegra. Me sentía eufórico, aventurero, arriesgado como “el fugitivo” que fue un célebre personaje de una serie de televisión y que duró muchos años entreteniendo a la gente.

Siempre dudé en verme es esta penosa situación de salir corriendo de mi país por temor a la justicia, pero yo sabía en lo que me estaba metiendo y sinceramente, mis cuentas estaban tan gordas que daba vergüenza seguir engordándolas como si fuera una vaca eterna.

Naturalmente, me daba mucha vergüenza; mucha pena estar viviendo esta situación tan desagradable y nada elegante: un tipo como yo, profesional, estudiado dentro y fuera de Venezuela, casado con una bella mujer, exitoso, con buenas relaciones dentro del partido, con todas las comodidades en una ciudad tan difícil como Caracas, pero si no metía mano era un estúpido, porque el menos pintado tenía la vida resuelta.

Entonces, abordé el avión sin inconvenientes de ninguna índole y comencé a relajarme. Me puse a leer la prensa, miré por la ventana y solo se veía el mar intenso, agua y más agua: Allí fue cuando le dije a la azafata “Señorita, por favor sírvame un güisqui”

Llévenselo, llévenselo

-Llévenselo, llévenselo-gritaba el funcionario a los otros que cubrían sus rostros con pasamontañas negros y protegían su pecho con chalecos antibalas, mientras balanceaban sus pistolas 9mm de fabricación rusa-.
Las mujeres gritaban con mucha valentía que le dejaran tranquilo, que él no había hecho nada, que era un buen hombre de su casa, buen hijo, buen marido, buen padre y no se metía en política y menos contra el gobierno.
Pero, el hombre seguía contra la pared, sudando a raudales y pidiendo que le enseñaran la orden de cateo y de aprehensión que no aparecía por ningún lado.
-Deja de hablar tonterías-le respondía el funcionario con cara de militante político de la revolución- camina o te hacemos caminar-le dijo-
-¿Pero quién me acusa de golpista? -Preguntaba el hombre con una voz preñada de impotencia-
Un patriota cooperante-le dijo el funcionario-
Entonces , al pobre hombre lo sacaron de su casa tan rápidamente que ni siquiera puso los pies sobre el piso y cuando se dio cuenta , ya estaba en un calabozo de la policía política y comenzó a temer por su vida, como en los tiempos de Federico García Lorca.

Negro Cimarrón

Negro Cimarrón
Corría desesperadamente, saltaba riachuelos sorpresivos que bajaban furtivos desde la montaña. Los arbustos se perdían a mis espadas, mientras ascendía en la tierra desconocida: entré en una especie de santuario, sin pagar tributo.
Deseaba terminar lo más pronto posible con el escape de la esclavitud y conseguirme en algún lugar con negros que habían huido de la opresión. Abajo, a lo lejos, se escuchaban voces ocasionales y ladridos permanentes de bestias intransigentes.
Mis pies descalzos eran ingobernables, parecían independientes de mi corazón y de mi pensamiento. Me convertí en viento, soplando paso a paso; arrastrando la tierra negra, generosa, materna y afectuosa, que recibía el peso de mi cuerpo.
Descansé brevemente entra platanales silvestres. Calmé el hambre olvidada por la caminata. Nunca había percibido la intensidad del canto de los insectos y las aves con esa sensación nueva de libertad: Volví de nuevo en mí y continué con la marcha. Tenía tres días sin dormir; y me balanceaba sobre mis piernas con el miedo constante de despertar capturado por los esclavistas.
Ya no me molestaban as heridas de los latigazos, pero el dolor, lo sentía en el alma. En un momento, parecía estar soñando y en realidad corría como sonámbulo.
Llegó un momento en el cual no sentía mis piernas, ni mis manos: casi ni respiraba. Entonces, me pareció que fui tomado por dioses azules que me halaron por los hombros y me depositaron en lo alto de bosque.
Cuando abrí los ojos, ya era de día. Desperté rodeado de un círculo de negros cimarrones. Me puse a llorar sin poder controlar la humedad en mis ojos y no pude disfrutar de vuelo de una bandada de pericos y azulejos, que surcaron el cielo

Boves, El Blanco.

Boves, El Blanco.
Sentía el sacrificio humano flotando en el aire llanero. Casas de bahareque se ven en la lejanía con sus paredes bailando bajo el sol. También sobresale una hilera de almendros en busca del poblado, pero a mi frente se observaba el campo abierto con dos ejércitos en contienda. Vencer o morir, esa era la filosofía. Mi corazón palpitaba, desbocado; las manos me sudaban a torrentes, entonces, mojo las riendas sin querer y el caballo percibe mi angustia. Mis pies descalzos se aferraban en los estribos. Soy un zambo obediente ante mi General, sin camisa ni sombrero y a la diestra tengo mi lanza, sujetada con fuerza, como si fuera un tercer brazo.
Las mejores lanzas estaban en la 2da fila del batallón y entre ellas la mía, que buscaba suficiente gloria para un “pata en el suelo”. La orden estaba dada: El General Boves era el blanco y le observábamos montado sobre su brioso caballo negro; un andaluz altivo, pelirrojo, era el terror del llano comandando sobre ese hermoso caballo negro como la noche.
De repente, retumbó una explosión de fusiles a mi izquierda y todos vamos al frente buscando al enemigo con gritos incontenibles de guerra, con mucho ánimo y entusiasmo. Al instante, nos responden y vienen de frente al contraataque, entonces chocan los ejércitos derramando sangre, en medio del fuego cruzado. Yo me encomiendo, rezo todo lo que me sé, en pensamiento y “…que Dios me agarre confesado.” La suerte estaba echada. Salto animales caídos, percibo rostros ensangrentados, galopo con fuerza hasta encontrar el camino despejado. No estoy solo. Cinco jinetes más van conmigo a paso veloz, como seis rayos.
Como cosas de destino, conseguimos al pelirrojo con el brazo alzado y el cabello revuelto, entonces, movió su espada, pero en segundos todo había terminado: “de seis lanzazos lo cruzamos, con seis oraciones lo crucificamos.” Casi no lo podía creer. Mis compañeros se quedaron parados frente al difunto. “Yo seguí galopando, sin parar en busca de galerones y fulías, pero todo estaba desierto.” Tan solo conseguí unas cuantas viejas rezanderas y un calor insoportable. Pero , chivo que se devuelve se desnuca y yo continué galopando por el llano, hasta caer la noche.

Estaba muerto

Estaba muerto
Esa noche no pude conciliar el sueño. Las ideas se batían en duelo en mi mente como un martirio proveniente de las alturas, pensaba en mis hijos, en mi compromiso político, pensaba en lo que no hice…
Di innumerables vueltas en el catre inmundo. Sudé a raudales incontenibles, sin poder controlar ni serenar mi cuerpo, ni mi respiración.
En todo momento quise mantener la hidalguía y la hombría propia de mi historia de vida y un vértigo estremecedor vapuleaba mis intestinos; temblandome las piernas como si tuviese una fiebre tropical.
A ratos, me parecía que la vida es injusta; a ratos negaba mi fe, a ratos mandaba todo al infierno, odiaba a la autoridad y a los subordinados como un adolescente perdido en sus complejos y a veces lloraba como un niño ante una desesperación que me salía del pecho.
Me incorporé buscando oxígeno para refrescar mis pensamientos y calmar el dolor en un cerebro agotado por las angustias. Entonces, busqué la ventanilla y mis manos sintieron el frío oxido de las cabillas centenarias. El azul intenso de la madrugada se estaba perdiendo y el sol aparecía tímidamente en algún lugar.
Me vino a buscar una comisión de cuatro guardias: dos adelante y dos atrás, entonces, me escoltaron hasta al patio, donde otro grupo de soldados en actitud marcial, mantenían sus armas en descanso. Amarraron mis manos y me apoyaron delante del paredón. Cuando subieron sus fusiles a la voz de “apunten”, ya me había despedido de este mundo.

La vieja bruja

La vieja bruja
Estuvimos varios minutos con una vela en la mano gastándola sobre una tabla lisa de madera. Con fuerza la frotábamos sobre su superficie para luego montarnos en ella y rodar por la pendiente como si fuera una tabla de surf sobre las olas.
Mientras realizábamos la faena de preparar las tablas, todos los niños conversábamos de muchas cosas. Ese día me enteré de la existencia de a vieja bruja. Ella vivía en la parte alta de una casa y seguramente la entrada de la misma era por la otra calle, porque nunca le veíamos caminando por nuestra vereda. Sin embargo, estoy seguro que nos conocía a todos, porque la vieja bruja no se despegaba de su ventana y parecía que llevaba un control de los pájaros que volaban; del tamaño de los árboles y de cuántos niños pertenecían al grupo.
Yo la miraba de reojo y detallaba su pañueleta roja sobre su pelo blanco y largo, mientras movía su quijada permanentemente como si estuviese mascando chicle. Creo que no tenía dientes. También observamos en su techo decenas de palomas, que ella alimentaba tirando semillas de maíz y, granos de arroz, pan picado y hasta lentejas, según me contaba Raúlito González, el hijo del mecánico, quien vivía a dos casas de la mía y que su mamá era peluquera.
La vieja bruja abría su ventana tempranito en la mañana y antes de caer la noche , la cerraba.
Mis amigos decían que la habían visto volando en una escoba, pero de noche, cuando menos uno lo esperaba. Los más valientes le tiraban piedras sobre el techo de cinc, para retar su ira, su enojo y oírle maldecir a lo lejos con palabras muy feas como si estuviese lanzando un hechizo.
Yo era el más pequeño del grupo y me limitaba a espiar su casa a primeras horas de la noche y nunca la vi volar en su escoba y recuerdo claramente, que cuando yo pasaba frente a su casa, lo hacía corriendo , sin mirar y si ella estaba allí, nunca le miraba a los ojos, por temor a que me convirtiera en paloma y me dejara encantado, convertido en palomita bailando eternamente sobre su techo en una danza interminable.

Correcaminos

Correcaminos
Venía corriendo los suelos de la patria desde Maracaibo. Mi General me había encomendado la misión sagrada de entregar el correo a costa de mi propia vida. Los sobres que contenían las cartas ardían en mi pecho; llegué a pensar que tenían palabras de fuego. A veces sentía como si la correspondencia palpitaba, como si de algún lado respiraba, como si tuviesen vida propia.
Efectivamente-llegué a contar más tarde- , no paré en mi andar de correcaminos; bordeando los ríos, subiendo montes, atravesando páramos y corriendo entre valles y llanuras, evitando encontrarme con el enemigo, para entregar la información lo más pronto posible.
Horas y horas bajo la luz inclemente del sol. Les digo que mi rostro ardía y evitaba siquiera rozarlo; los ojos también me ardían, mis labios estaban resecos y mi pecho era un témpano caliente, que amenazaba con convertirse en llamas.
La bestia que me transportaba estaba a punto de reventar, pues sudaba calores y su corazón se desbocaba; sus cuatro patas eran mías, sus ojos eran míos: yo sentía su entrega y sumisión.
Llegó la noche y los dos continuamos atravesando tierras como una sombra. El sol empezaba a despertar, cuando en la lejanía divisamos el objetivo. Conseguimos la entrada del destacamento, justo con el toque de diana. Entonces, un soldado nos condujo ante el comandante en jefe que reposaba en su hamaca, le entregamos los sobres y nos desplomamos en el suelo mi caballo y yo, muertos de sed, con hambre, con la lengua afuera, pensando en el regreso…

Lo trajeron de Oriente

Lo trajeron de Oriente
La carreta llegó escoltada por un grupo de hombres a caballo con aspecto sepulcral. Eran soldados del rey con su uniforme rojo y sus banderas monárquicas. Había mucha gente en la Plaza Mayor y cualquier movimiento vistoso llamaba la atención de las multitudes.
Inmediatamente, la carreta fue rodeada por un grupo de curiosos que esperaban el correo de Oriente. Ningún cristiano sabía qué había en la carreta, que ameritara la escolta y la parafernalia. Siempre se aguardaba noticias que dieran información sobre el fin de la guerra; se esperaba un milagro materializado en un acuerdo que trajera la paz, pero siempre era todo lo contrario: Victorias aquí, derrotas allá…
Un capitán llegó de alguna parte a recibir la encomienda valiosa y los curiosos seguían con los ojos más pelados que pobre recibiendo una herencia.
En esos momentos, los últimos acordes del órgano que se tocaba en la iglesia dieron inicio al silencio y se anunciaba el fin de la misa. Entonces, comenzó a llegar más gente al teatro callejero, actores circunstanciales, mimos y todo eso. Yo me aferré a la falda de mi mamá por temor a perderme entre tanta gente. De repente, tiraron desde la carreta un saco grasoso y un tanto hediondo como a aceite quemado.
El saco estaba roto por un costado: de esa manera, su contenido se desplazó abruptamente y salió a la luz en toda su dimensión; rodó estrepitosamente sobre el piso, resbalando hasta mis pies descalzos: Era la cabeza frita en aceite de un hombre blanco. Mamá levantó mi cuerpo, como para que no viera nada, pero ya el estremecimiento había sacudido mis sentidos. Hundí mi quijada en el hombro de mi mamá y desde allí pude ver un caballo sin jinete, que muchos reconocieron como la adoración del General José Félix Rivas, que en ese momento lloraba su soledad, su carencia de amo.

El testaferro

El testaferro
Acepté la proposición de ser testaferro, sin jamás considerar la posibilidad de tener el poder alguna vez en la mano.
Recuerdo la última tarde del mes de mayo, cuando todo comenzó. Mi amigo Gonzalito estaba sentado en su opulento sillón de cuero, tras aquel hermoso escritorio de madera inglés; toda una antigüedad, era como tener una joya valiosa en un dedo, era una belleza. 
Gonzalito-recuerdo-, tenía un traje azul oscuro de fino lino y sobre su pecho dejaba caer una hermosa corbata de seda-seguramente importada de Italia y comprada por su sofisticada mujer, que parecía una reina de belleza con mucha clase, con mucha cultura sobre lo que es vestir bien y todo eso-.
En su oficina se respiraba una sobriedad extraña, pero sin embargo, uno se cohibía ante el esplendor del dinero y el poder que dan las cosas finas. Hoy pienso, que no era una atmósfera de respeto como la que llegué a sentir en la oficina del presidente del banco donde yo trabajaba, en la cual se respiraba la sabiduría, el esfuerzo y el trabajo de décadas, que se veían en los diplomas, placas y reconocimientos que brillaban en las paredes. No. En la oficina de mi viejo amigo de la escuelita, mi entrañable Gonzalito, se respiraba la trampa y la viveza, a juzgar por las conversaciones que mantenía a ratos por el teléfono, mientras me picaba el ojo y me hacía señas de que estaba sobrado y todo estaba bajo control.
Yo no podía dejar de compararme con Gonzalito y es que su apabullante éxito y fortuna me hacía sentir como un fracasado. Por los cuatro costados se sentía el derroche y la disponibilidad de dinero; que si almuerzos por aquí, que si inversiones por allá, que si viajes al extranjero, en fin… un mundo glamoroso.
Yo notaba en Gonzalito un ego inmenso, demostrado en lo grosero de su tono de voz, que era imperativo y arrollador hacia sus subordinados. Se sentía el gavilán colorado de los llanos; se sentía el tigre de la sabana. Definitivamente-pensé-, ese no era el Gonzalito que yo conocía; no era el compañero de la escuelita, ni del liceo, ni de la universidad. No. Era otro y yo no lo conocía.
Recuerdo que primero me propuso firmar la compra de unos terrenos, después fui dueño de un edificio. Luego de una empresa, de un proyecto, de una obra. Después, manejaba cuentas nacionales y ultramarinas. Llegó un momento en el cual, yo era otro. Me convertí en un cuento y él era el creador. Me convertí en su marioneta. Su voracidad no tenía límites, manejé un imperio moderno con una danza de millones bailando a mí alrededor.
En aquella oportunidad, acepté tu proposición como un adolescente. Veía las cosas como un juego y me sentía no pecador. Hoy me entero Gonzalito del escándalo creado por ti cuando vi tu foto en el diario y me entero de tu huída al extranjero. Hoy, tú estás lejos y he perdido la memoria, casi ni te conozco, pajarraco de barranca, gato de monte…

Ebrio, en la ciudad

Ebrio, en la ciudad
La noche había sido larga. No hubo conciencia del transcurrir del tiempo. Compartí con un grupo de amigos y compañeros de trabajo un viernes por la noche; conversamos de todo, de lo bueno y lo profano, hablamos de asuntos triviales, hablamos de asuntos de trabajo. Hasta un compañero estuvo filosofando profundamente y nos entretuvo sobre las tareas intrascendentes para vivir o morir. Alguien habló sobre las tareas necesarias para lograr la sobre vivencia contra el hambre y la pobreza. Hablamos mientras catábamos el líquido embriagante hasta disertar sobre el clásico ser o no ser, hasta perdernos en la controversia entre lo dialéctico y lo estático.
Cuando vimos el reloj, nos sorprendimos porque el tiempo había corrido haciéndonos trampa y era muy tarde. Entonces, nos levantamos sorprendidos de poder mantenernos de pie.
Me fui a casa y llegué sin novedad, pero estuve varios minutos tratando de entrar a mi casa. No lograba hacer girar el mecanismo de la cerradura y hasta llegué a pensar que mi mujer había cambiado el mecanismo. Estaba que expulsaba sapos y culebras de la calentura que hervía en mi cabeza.
Escupí insultos y maldije mi ebriedad. Incluso, me cansé de estar parado en aquella situación. Agudicé mis sentidos en un esfuerzo doloroso, casi sobrehumano y descubrí para mi vergüenza que estaba intentando entrar en la casa de mi vecino. Si señor, estaba en la puerta equivocada, pero gracias a Dios, nadie me vio.

Pum, pum , se escuchan dos balazos

Pum, pum , se escuchan dos balazos
Pum, pum , se escuchan dos balazos , entonces se ve a un ladrón corriendo con la cartera de la víctima , mientras deja detrás a un hombre desangrándose…Casi muerto. Los transeúntes ven al hombre tirado y no hacen nada, parece que perciben que se va a morir y prefieren esperar a la morgue.
Pum, pum, pum una señora se agarra los cabellos, mientras grita que le habían robado su bolsa de comida. ¡Qué impotencia Dios mío!- dijo la señora-. En la bolsa llevaba 4 Kg. de harina de maíz, medio kilo de café y un kg. de pasta…Había durado tres horas haciendo cola. “Solo le doy gracias a Dios, que no me robaron la bolsa con el pollo, la carne el atún y el queso. “!Gracias Dios mío!”-exclamó la señora-.
Pum, pum, pum, pum sonaron cuatro balazos en el barrio y le robaron la moto al hijo de la señora Mercedes. Solo tenía 19 años y no vivirá para contarlo… Ni siquiera le dijeron “dame la moto, chamo”. La madre lloró ante el cuerpo de su hijo. “Menos mal que me quedan tres muchachos y dos hembras, menos mal”
Pum, pum, pum, pum, pum, llega una moto con dos tipos con pinta de escapados de un retén, entonces le cayeron por detrás a dos policías, que hacían un patrullaje en bicicleta y los acribillaron. Les roban el armamento. Cae una funcionaria muerta en el acto y su compañero se salva porque Dios es muy grande…”Hoy tuve mucha suerte”-dijo el policía sobreviviente-

La sartén de mi comadre Petra María

La sartén de mi comadre Petra María
…Yo sabía que mi comadre Petra María tenía un carácter muy agresivo, cuando sus emociones se volvían incontrolables. Ella es una mujer muy guapa, una negra de esas que todo lo tiene en su sitio y parece un sargento de esos que tiene a raya a la tropa, sin mucho esfuerzo. También, mi bella comadre es buena cocinando y moviendo las sartenes es una estrella. Entonces, yo le aconsejaba a mi compadre-su marido- que tuviera mucho cuidado con la negra, porque cada vez que llegaba tomado y tarde , aparecía la negra amenazándole con una sartén y asegurándole “…que un día de estos, le iba a dar una buena tunda”. Efectivamente, ese día llegó-quizás de tanto avisarlo-, entonces, mientras el compadre llegaba más prendido que fogón para las arepas, y no había terminado de ponerse las chancletas, se encontró con mi comadre más furiosa que una gata recién parida y con la sartén en la mano derecha moviéndose como si fuera el mismo “Zorro” con su espada en la mano y su sonrisa de sobrado. Entonces, la negra le lanzó dos sartenazos que el pobre hombre pudo esquivar en medio de su borrachera, pero al tercer espadazo -digo, sartenazo-, la negra fue más certera en la dirección del instrumento de cocina, que iba derechito hacia el rostro del compadre, quién en el último instante, logró levantar el brazo en una respuesta de protección instintiva, pudiendo rechazar el feroz sartenazo, pero no pudo evitar la fractura. Si señor, así pasó la cosa y tuvo que pasar unas horas en el centro médico, entre calmantes y sueros después que lo enyesaron, pero gracias a los mimos de su hija, su moral quedó intacta.

La bola de fuego

La bola de fuego

Salimos del pueblo de El Tocuyo, cada quien montado en su burro y dos animales adicionales que iban cargados de provisiones y mercaderías. No íbamos en silencio y pocas veces viajábamos de noche, por temor al Barrabás  del camino: Ustedes saben, esos ladrones agazapados que esperan la oportunidad de ejecutar un asalto en un sitio difícil.
La luz de la luna alumbraba claramente el sendero y todo estaba en calma y tranquilo.

 Pasada la medianoche, cansados de montar, decidimos caminar para estirar las piernas y darle descanso a los burritos, cuando vimos en la lejanía una bola de fuego que parecía un cometa volando a ras del suelo a inmensa velocidad.

Nos quedamos atónitos con la quijada en el suelo. Inicialmente, esa bola, parecía un astro caído del cielo. Parecía una llamarada de dragón. Pero, no era un fenómeno de la naturaleza, ni un ataque bélico desconocido, porque escuchábamos voces maldiciendo, risas  escapadas del mismo infierno, que hacían que la orina corriera sin control. Nos tiramos a la tierra y nos encomendamos a Dios. Entonces los animales huyeron al campo abierto y la candela se acercaba cada vez más como si fuera un sacrificio infiel, diabólico.
Levantamos la cabeza y nuestras miradas buscaron una carreta parada al frente, con un hedor muy pestilente, chorreada de sangre, con intestinos colgados, cabezas cortadas de blancos, negros e indios. Entonces, se escuchó una risa retumbante de un hombre y pude recordar inmediatamente las historias que me contaba mi abuelo del tirano Aguirre que siempre andaba en pena por esos llanos…Invoqué a la virgen, me entregué de corazón al Dios todopoderoso, pero como quería vivir me llené de valor y me fui corriendo sin mirar para atrás. Más nunca supe de los amigos, tampoco de los burros y tampoco salgo de noche por esos caminos…

miércoles, 1 de abril de 2015

EL POBRE HOMBRE

-Llévenselo, llévenselo-gritaba el funcionario a los otros que cubrían sus rostros con pasamontañas negros  y protegían su pecho con chalecos antibalas, mientras balanceaban sus pistolas 9mm de fabricación rusa-.

Las mujeres gritaban con mucha valentía que le dejaran tranquilo, que él no había hecho nada, que era un buen hombre de su casa, buen hijo, buen marido, buen padre y no se metía en política y menos contra el gobierno.

Pero, el hombre seguía contra la pared, sudando a raudales y pidiendo que le enseñaran la orden de cateo y de aprehensión que no aparecía por ningún lado.

-Deja de hablar tonterías-le respondía el funcionario con cara de militante político de la revolución- camina o te hacemos caminar-le dijo-
-¿Pero quién me acusa de golpista? -Preguntaba el hombre con una voz preñada de impotencia-
Un patriota cooperante-le dijo el funcionario-
Entonces , al pobre hombre lo sacaron de su casa tan rápidamente que ni siquiera puso los pies sobre el piso y cuando se dio cuenta , ya estaba en un calabozo de la policía política y comenzó a temer por su vida, como en los tiempos de Federico García Lorca.

martes, 31 de marzo de 2015

La muerte de Fucho


La muerte de Fucho

Cuando nos enteramos que habían  asesinado al compadre Fucho, todos corrimos a buscar a su viuda y darle el pésame de rigor, sin tener la menor idea que tendríamos tantos problemas para darle cristiana sepultura: fue una experiencia difícil de creer para aquel paisano que no viva nuestra realidad, como mi hermano Carlos que tiene más de 30 años fuera de Venezuela.

La tragedia comenzó el día miércoles, cuando cuatro facinerosos le dieron la voz de “quieto”, entonces le robaron su bella gorra de los yanquis y su celular de última generación, no sin antes meterle dos tiros en la despedida accidentada, que hicieron los mal vivientes en su huída.

El pobre hombre quedó sin vida en el pavimento. No pudimos hacer nada por él y allí llevaba dos horas mientras llegaba el forense. Me daba mucha pena mi compadre allí tirado, entonces opté por llevarlo al hospital e ingresarlo sin vida para alcanzar un respeto por sus restos y fue una buena decisión porque luego me enteré que la gente de la morgue no llegó nunca a recogerlo.

 Después de varias horas en la cava del hospital, sus restos fueron enviados a la morgue para el examen patológico y criminalístico y eso fue un verdadero calvario, pues había carencia de patólogos y muchos infortunados esperando atención post morten, razón por la cual nos encontramos en medio de la noche del sábado, esperando que nos entregaran el cadáver del malogrado Fucho, cosa que sucedió el domingo en la mañana.

Hicimos una vaca para juntar una plata y adquirir los servicios de una funeraria que queda cerca de la casa de Fucho, cuyo pote legó a los 50 mil bolívares, sin embargo el servicio fue un verdadero drama porque no se conseguía formol y hasta el ataúd fue un vía crucis conseguirlo, porque había una seria escasez .

“Yo no le deseo a nadie que muera inesperadamente. Lo mejor en estos tiempos que estamos viviendo es que todo se de en forma pausada y de la oportunidad de conseguir todas las cosas necesarias, para un entierro decente”: Eso le dije a mi hermano Carlos.

martes, 10 de febrero de 2015

La enamoradiza de Linda Guareguá

La enamoradiza de Linda Guareguá

Cuando a penas cumplió los diez y seis años, la bella Linda Guareguá se perdió de su casa un viernes en la mañana, dejando a su madre hundida en uno de los momentos más angustiantes de su vida, sin saber qué le había pasado, dónde estaba y con quién.

Su madre la buscó por todas partes, visitó familiares, amigas del liceo y caminó mucha avenida, calle y plaza buscando a la Linda Guareguá, quien se había enamorado de alguien y un día se fue con el hombre, sin si quiera llevarse un trapito y despedirse de su mamá.

Pasaron meses sin ver a la muchacha, aunque algunas amistades visitaban a su madre y le decían, “…la vi por tal lado, me la encontré en la plaza Bolívar y creo que está en estado y viviendo por Naiguatá”. Así pasaron sus lunas, hasta que un día apareció la muchacha llevando de la mano a un muchachito igualito a ella, con los ojos grandotes y pícaros, como perrito “sabiondo” lamiendo chocolate en una perola descuidada.

Su madre la casó con el hombre a palo y con verbo fuerte, pero al tiempo, la Linda Guareguá se enamoró de otro y como si fuera una obra de teatro con repetición de escena; se perdió nuevamente por un tiempo, dejando al marido entendiendo, apareciéndose luego, con otra barriga, que también cuidó su mamá.

Así se fue yendo la vida, y les digo que a la  madre se le pintó la cabellera con ríos de plata; siendo abuela de ocho muchachos que parió la Linda Guareguá , que a sus cuarenta años sigue diciendo “que a ella no le quitan lo bailao, porque está enamorá…”

“Lo hice por amor, Marcano”

“Lo hice por amor, Marcano”

El señor Justo M arcano llegó al barrio después que formalizó sus amores con la mujer más bella y codiciada en diez cuadras a la redonda, o sea de la china Camacho.

La china era muy codiciada, porque realmente era guapa, con su cabellera larga de color azabache, sus largas pestañas naturales, sus ojos achinados por supuesto, que le valió el remoquete de “la china” desde el día que nació; su piel hermosa de color cobre y sus ojos marrones que a veces parecían verdes, con su boquita bonita como apurruñadita para dar un beso y su carácter tan tierno que solo atraía cariño de mujeres y hombres que eran sus amigos por siempre.

            A Marcano no lo conocía nadie, pues ella le conoció en su trabajo donde eran compañeros desde hacía como tres años. Pero cuando se mudaron a una casita que queda en la calle principal, todos le conocimos y entonces, fue parte del grupo sin ningún problema.

El hombre siempre decía que adoraba a su mujer, que era todo para él y entonces, le llevaba flores, le cantaba poemas de amor como si fuera un juglar de la edad de oro de la poesía española, pero cuando tenían cualquier problema de esos que no faltan en ninguna relación, el señor Marcano se emborrachaba y se aparecía con un mariachi cantándole canciones de despecho y más borracho que un barril de brandy.

Después que tenían como tres años de convivencia, empezamos a conocer  quién era el señor Marcano. Era un tipo difícil, celoso y complicado que de vez en cuando le daba sus golpizas a la pobre china, y en el tiempo que todos aconsejábamos a la china para que lo dejara, el señor Marcano se puso mas agresivo y en medio de un bolero y tomando más que Pedro Infante en una película de despecho, el señor Marcano le cortó la yugular a la pobre china y se voló la cabeza de un tiro, dejando tan solo una notita sobre la mesita de noche que decía “…lo hice por amor, Marcano”