Cuando la tierra tembló
Luis Alfredo Rapozo
Nosotros vivíamos en una casa de dos pisos con entradas independientes. Abajo estábamos nosotros, una familia relativamente corta compuesta por mi mamá y todos mis hermanos, que eran cuatro, pues los dos mayores no estaban con nosotros, sino ocasionalmente; uno estaba en la armada y el otro parecía un judío errante viviendo sus veinte años como un muchacho feliz para acá y para allá sobre su moto roja, como si fuera un jinete solitario, que andaba de pueblo en pueblo como en esas películas que pasaban en el cine.
Mamá trabajaba en el hospital universitario y a veces debía hacer guardia nocturna, como suele suceder en ese servicio. Cuando ocurrió el terremoto de 1967, ella se encontraba de guardia y quedó atrapada en los ascensores por un largo tiempo hasta que fue rescatada.
Eso lo recuerdo y nunca se me olvida a la señora Julia que vivía con su hijo en la parte alta de la casa, quien salió al medio de la calle arrodillándose y con sus brazos extendidos pidiendo misericordia de una manera tan impetuosa, que nunca se me podrá olvidar su expresión cuando decía que “…éramos unos pecadores y que el mundo se iba a acabar.”
Yo casi me despedía de este mundo a mi corta edad, en medio de la desesperación, las velas encendidas, la oscuridad y el miedo por todo; miedo escuchando a la gente con sus cuentos, miedo a la furia de Dios que pregonaba la señora Julia, miedo a no saber de mamá hasta que llegó a casa en la madrugada, miedo a estar solo con mis hermanos y miedo a que se nos cayera la casa encima si volvía a temblar la tierra.
Esa noche pernoctamos en la calle hasta la madrugada temiendo una replica, hasta que llegó mamá y entramos a la casa. Al día siguiente compramos “Utimas Noticias” bien temprano y pudimos ver las horribles fotografías que recogían los derrumbes en Caracas, en La Guaira y leímos una y otra vez las crónicas sobre edificios hundidos, casas derrumbadas, muertos y heridos por todas partes.
-¿Y tú que estaban haciendo cuando tembló?-me preguntó alguien una vez-.
-¿Yo? –respondí- “Yo estaba jugando “a policía y ladrón” y tuve que soltar a Juan José cuando me lo llevaba preso a la guarimba., por causas mayores.”
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