El poeta Aniceto
Mi compadre, el poeta Aniceto Guaripa, pasó un rato desagradable anoche, cuando salía de una reunión de amigos que se dio en el callejón “El Loro” en EL Valle.
Yo le dije “…que no fuera para sitios que no conoce, que la vida bohemia está muy insegura para andar deambulando por las calles de Caracas como si viviera en los años sesenta”, pero el bonchón de Aniceto no me hizo caso y se fue para la rumba, porque anda enamorado de una muchachota de caderas abundantes, que conoció recientemente y lo tiene como loco. Resulta que dejó el carro en el Centro comercial El Valle y subió caminando con la generosa conquista para celebrar su cumpleaños y bailar discos de “Los Melódicos” y “La Billo' s”, en una tarde de recuerdos. “La estoy pasando de lo mejor” - me dijo en un mensajito de texto-, y me decía que “… que con un poquito de suerte le daba un consejo a la muchacha cuarentona de trasero generoso”.
Yo le dije: “…suerte compadre, pero ya sabe que no debe andar solo por esas calles preñadas de inseguridad”. Pero, ustedes saben muy bien que el que no quiere oír se vuelve sordo a propósito. Total que como a las 9 de la noche, el compadre salió de su bochinche todo hediondo a botiquín y cuando iba bajando en esa oscuridad de barrio de fines del siglo XX, unos chipilines armados hasta los dientes con artefactos que Rambo parece un niño de pecho, lo enfrentaron en un callejón donde no había ni un mosquito, aunque todos miraban por las ventanas. Le robaron el celular, los zapatos, el reloj, la cartera, una esclava y un mapire muy simpático que le traje desde Cariaco hace como un año. La cosa no quedó allí: Además le dieron una golpiza que lo tiene en observación en el Periférico de Coche. Yo lo visité esta mañana tempranito: Lo encontré con un ojo morado, siete puntos en el cuero cabelludo por un cachazo que le dieron, tenía los labios hinchados, dos costillas fracturadas y estaba todo enchufado recibiendo calmantes, suero y desinflamatorios.
Yo le dije: “Compadre usted no aprende, mire como lo han dejado”. Y el poeta me respondió: - “…No se preocupe compadre, que en esta no me muero, fíjese que el carro no me lo han robado, lo que me quitaron se recupera, de los golpes me sanaré y a la bella cuarentona le recité dos versos de alegría y amor, que valieron el sufrimiento…”
Yo le dije “…que no fuera para sitios que no conoce, que la vida bohemia está muy insegura para andar deambulando por las calles de Caracas como si viviera en los años sesenta”, pero el bonchón de Aniceto no me hizo caso y se fue para la rumba, porque anda enamorado de una muchachota de caderas abundantes, que conoció recientemente y lo tiene como loco. Resulta que dejó el carro en el Centro comercial El Valle y subió caminando con la generosa conquista para celebrar su cumpleaños y bailar discos de “Los Melódicos” y “La Billo' s”, en una tarde de recuerdos. “La estoy pasando de lo mejor” - me dijo en un mensajito de texto-, y me decía que “… que con un poquito de suerte le daba un consejo a la muchacha cuarentona de trasero generoso”.
Yo le dije: “…suerte compadre, pero ya sabe que no debe andar solo por esas calles preñadas de inseguridad”. Pero, ustedes saben muy bien que el que no quiere oír se vuelve sordo a propósito. Total que como a las 9 de la noche, el compadre salió de su bochinche todo hediondo a botiquín y cuando iba bajando en esa oscuridad de barrio de fines del siglo XX, unos chipilines armados hasta los dientes con artefactos que Rambo parece un niño de pecho, lo enfrentaron en un callejón donde no había ni un mosquito, aunque todos miraban por las ventanas. Le robaron el celular, los zapatos, el reloj, la cartera, una esclava y un mapire muy simpático que le traje desde Cariaco hace como un año. La cosa no quedó allí: Además le dieron una golpiza que lo tiene en observación en el Periférico de Coche. Yo lo visité esta mañana tempranito: Lo encontré con un ojo morado, siete puntos en el cuero cabelludo por un cachazo que le dieron, tenía los labios hinchados, dos costillas fracturadas y estaba todo enchufado recibiendo calmantes, suero y desinflamatorios.
Yo le dije: “Compadre usted no aprende, mire como lo han dejado”. Y el poeta me respondió: - “…No se preocupe compadre, que en esta no me muero, fíjese que el carro no me lo han robado, lo que me quitaron se recupera, de los golpes me sanaré y a la bella cuarentona le recité dos versos de alegría y amor, que valieron el sufrimiento…”
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