Desde la ventana
Hay cosas que impresionan, como niños que caen desde una ventana en las alturas y no les pasa nada. ¿Impresionante, verdad? No era el día de muerte para esa inocente criatura.
Les cuento que en septiembre del año 2009 me tocó presenciar un caso parecido. Ocurrió en un superbloque, allí en La Pastora, frente a la cota mil, al norte de Caracas.
Sucedió que una señora mayor estaba haciendo algo en la ventana. Eran como las seis de la tarde. Y por un momento la señora se fue de frente hacia el precipicio. Solamente se dio cuenta su hija, una mujer de unos treinta años, quien pudo sujetarla por los tobillos. La señora quedó con todo el cuerpo en el aire; en el vacío, sujetada tan solo por las femeninas manos de su hija.
Muchos vecinos se congregaron al frente del inmueble sin saber qué hacer, observando a lo lejos lo que sucedía en un quinto piso.
La hija de la señora gritaba desesperadamente y eso fue lo que llamó la atención de los vecinos, quienes miraban a la distancia.
Uno pensaba en buscar un colchón o hacer una especie de cadena humana para amortiguar la caída de la señora, que era eminente.
La señora cerraba los ojos como entregada a su trágico fin. Muchos decían que la señora quería suicidarse, buscando una explicación del suceso, o que tenía un cuadro depresivo y que se había lanzado al vacío.
Las mujeres y hombres rezaban en voz alta suplicando piedad y un milagro. porque era difícil que la hija aguantara el peso de su madre tanto tiempo.
De repente las lágrimas y suplicas de la mujer hicieron reaccionar a la madre quien intentó sujetarse de las paredes y su hija sacó fuerzas de su alma y logró atraerla hasta introducirla en el apartamento. Contarlo es una cosa, pero ver aquello es reconocer que la señora regresó de la muerte o que su hija fue escuchada en medio de un drama que no se lo deseo a nadie, donde la impotencia por no poder ayudar era magnánima.
Les cuento que en septiembre del año 2009 me tocó presenciar un caso parecido. Ocurrió en un superbloque, allí en La Pastora, frente a la cota mil, al norte de Caracas.
Sucedió que una señora mayor estaba haciendo algo en la ventana. Eran como las seis de la tarde. Y por un momento la señora se fue de frente hacia el precipicio. Solamente se dio cuenta su hija, una mujer de unos treinta años, quien pudo sujetarla por los tobillos. La señora quedó con todo el cuerpo en el aire; en el vacío, sujetada tan solo por las femeninas manos de su hija.
Muchos vecinos se congregaron al frente del inmueble sin saber qué hacer, observando a lo lejos lo que sucedía en un quinto piso.
La hija de la señora gritaba desesperadamente y eso fue lo que llamó la atención de los vecinos, quienes miraban a la distancia.
Uno pensaba en buscar un colchón o hacer una especie de cadena humana para amortiguar la caída de la señora, que era eminente.
La señora cerraba los ojos como entregada a su trágico fin. Muchos decían que la señora quería suicidarse, buscando una explicación del suceso, o que tenía un cuadro depresivo y que se había lanzado al vacío.
Las mujeres y hombres rezaban en voz alta suplicando piedad y un milagro. porque era difícil que la hija aguantara el peso de su madre tanto tiempo.
De repente las lágrimas y suplicas de la mujer hicieron reaccionar a la madre quien intentó sujetarse de las paredes y su hija sacó fuerzas de su alma y logró atraerla hasta introducirla en el apartamento. Contarlo es una cosa, pero ver aquello es reconocer que la señora regresó de la muerte o que su hija fue escuchada en medio de un drama que no se lo deseo a nadie, donde la impotencia por no poder ayudar era magnánima.
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