La fuga de Yubileisi
Esa mañana del sábado, Yubileisi Mogollón estaba vestida de un coqueto traje de bodas color verde agua y se había casado con Ruperto Cachazo en la iglesia San Pedro en el pueblo del Guayabo. Luego, salieron acompañados de todos los asistentes para celebrar la boda, en la finquita de Atanasio Cachazo, donde fueron recibidos con un joropo recio, seguido de dos copleros enfurecidos; teniendo un encuentro verbal que casi terminan agarrándose de las manos, mientras la carne de la parrilla comenzaba a impregnar el ambiente.
Liborio Piñango se presentó en la boda imprudentemente, cuando todos sabían que había sido el “novio” de la bella mujer, lo cual hizo que el aire se sintiera pesado y hostil como si cuchillos estuvieran cruzando el espectro de un lugar para otro.
Entonces, la madre del novio pidió que cantaran pasajes y los vegueros suavizaron el enfrentamiento de los copleros, para quitarle el picante al día. Liborio tuvo un encuentro fugaz con la Yubileisi y le dijo “…que la amaba -y le pidió-; que se fuera con él sin importar nada, que él la necesitaba y que ella no podría vivir con el “Cachazo” después de todo lo que ellos habían vivido por años".
Como a las tres de la tarde no se volvió a ver a Yubileisi, quien desapareció en un pestañear de ojos como el humo que sube a las alturas y se pierde. Ya todos sabían que se había fugado con el Piñango y el pobre Cachazo quedó solo como misa de seis.
“Yo te lo dije-le dijo su madre- que esa Yubileisi era una bicha. Y te digo, que es mejor que te lo hiciera ahora que más tarde y también te digo, que no vayas a hacer una locura y a derramar sangre, porque los tiempos han cambiado y mujeres sobran en la vida que pueden hacer feliz a un hombre. Además, no te quiero ver preso en Yare por una mujer que no vale la pena…” El momento fue muy desagradable y el silencio se adueñó de todo como una sombra. Fue en ese instante que el Cachazo dijo: “…que siga la música maestro, que la gente se coma esa parrilla y tomen aguardiente. No seré el último hombre abandonado en su día de bodas…”
Liborio Piñango se presentó en la boda imprudentemente, cuando todos sabían que había sido el “novio” de la bella mujer, lo cual hizo que el aire se sintiera pesado y hostil como si cuchillos estuvieran cruzando el espectro de un lugar para otro.
Entonces, la madre del novio pidió que cantaran pasajes y los vegueros suavizaron el enfrentamiento de los copleros, para quitarle el picante al día. Liborio tuvo un encuentro fugaz con la Yubileisi y le dijo “…que la amaba -y le pidió-; que se fuera con él sin importar nada, que él la necesitaba y que ella no podría vivir con el “Cachazo” después de todo lo que ellos habían vivido por años".
Como a las tres de la tarde no se volvió a ver a Yubileisi, quien desapareció en un pestañear de ojos como el humo que sube a las alturas y se pierde. Ya todos sabían que se había fugado con el Piñango y el pobre Cachazo quedó solo como misa de seis.
“Yo te lo dije-le dijo su madre- que esa Yubileisi era una bicha. Y te digo, que es mejor que te lo hiciera ahora que más tarde y también te digo, que no vayas a hacer una locura y a derramar sangre, porque los tiempos han cambiado y mujeres sobran en la vida que pueden hacer feliz a un hombre. Además, no te quiero ver preso en Yare por una mujer que no vale la pena…” El momento fue muy desagradable y el silencio se adueñó de todo como una sombra. Fue en ese instante que el Cachazo dijo: “…que siga la música maestro, que la gente se coma esa parrilla y tomen aguardiente. No seré el último hombre abandonado en su día de bodas…”
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