¡Voy para la escuela!
Me levanté de la cama-eso lo recuerdo- y en medio de la oscuridad comencé a tantear el piso con los pies, buscando mis pantuflas.
Coloqué el pequeño transistor que escuchaba todas las noches en la mesita de noche y donde revisaba todo el dial hasta conseguir una canción de Leonardo Favio.
Me dirigí al baño donde me cepillé los dientes; luego me puse un sweter azul para el frío y con el bulto de útiles en la mano derecha, iba camino a la calle par ir a la escuela, cuando mi madrina Carmen me gritó: “¿Muchacho para dónde vas en pijamas a las doce de la noche? Y luego exclamó ¡Anda a dormir!”.
Coloqué el pequeño transistor que escuchaba todas las noches en la mesita de noche y donde revisaba todo el dial hasta conseguir una canción de Leonardo Favio.
Me dirigí al baño donde me cepillé los dientes; luego me puse un sweter azul para el frío y con el bulto de útiles en la mano derecha, iba camino a la calle par ir a la escuela, cuando mi madrina Carmen me gritó: “¿Muchacho para dónde vas en pijamas a las doce de la noche? Y luego exclamó ¡Anda a dormir!”.
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