sábado, 9 de agosto de 2014

El misterio de Florinda

El misterio de Florinda
“Ese día fue horrible -decía Juanito Liborio, cuando echaba el cuento de la tragedia que vivió Nemesio Paraqueima, la tarde que desapareció su burra “Florinda” del corral-, el compadre Nemesio, anduvo desesperado llamando a la burra y esta no aparecía por ningún lado, no había dejado rastros por ninguna parte y todo indicaba que se la habían robado”. No era usual que la bella burra se perdiera, al contrario, siempre regresaba a casa cuando Nemesio la soltaba en el pueblo y le daba unas palmaditas por las ancas como señal clara, para que retornara sola, por la carretera. “A mi casa, llegó mi compadre Nemesio, llorando como un hombre abandonado por su mujer, aquella misma noche" -dijo la señora Pascuala Reyes, quien es vecina de Nemesio y juntos tienen el negocio de papelón en el pequeño trapiche heredado de sus abuelos-. Incluso yo recuerdo que le dije, que “…no se angustiara, que es muy difícil que una burra se pierda en estas tierras…”, pero el compadre estaba como si se le hubiese muerto la misma madre.” “Así pasaron tres días terribles"-dijo de nuevo Juanito Liborio, mientras todos le escuchábamos atentamente- y el pobre de Nemesio cayó en cama por el dolor, hasta que apareció la “Florinda” muy oronda, sin un rasguño, serena y caminando como si fuera la reina de Inglaterra, bien alimentada y con los ojos más vivaces que nunca, como si nada”. “-¿Y qué fue lo que sucedió, dónde estuvo y con quién?”-preguntó mi amigo Johny Ascanio, quien vive del otro lado del río y le encanta saber de todo y hasta lo que no le conviene. -Bueno, eso fue un misterio por un buen tiempo-dijo la señora Pascuala, con voz de no querer decir qué había pasado-, hasta que los secuestradores contaron la cosa muchos años después. Lo importante, fue que el Nemesio vivió de nuevo, aunque duró como tres días sin hablarle una sola palabra a la “Florinda”.

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