sábado, 9 de agosto de 2014

Un dia de playa en Macuto

Un día de playa en Macuto
Bajar a La Guaira en fin de semana con la familia es una cosa seria para el bolsillo de cualquier cristiano. Todo comienza bien temprano para quienes deciden bajar en camionetitas en la estación del metro de “Gato Negro”, en la Av Sucre. Allí los comioneteros parecen que amanecen fumando lumpias, como decía el negro Aristóbulo. Cobran 30 Bs. por puesto cuando el pasaje está en 10 Bs., es decir con un sobreprecio del 200 por ciento. Aquel buen padre, que tenga un familión, tendrá que “bajarse de la mula” rudamente. Luego, al llegar a Macuto por ejemplo, rumbo al balneario, se consigue con las empanaditas a 20 Bs cada una y el juguito a 15 Bs. Afortunadamente, la ama de casa previniendo el gasto como siempre, lleva por delante sus arepas rellenas con perico, queso, mortadela o cualquier otro relleno que llene las tripas de los chipilines y una garrafa de avena, jugo o refresco. Al llegar a la orilla para alquilar los tradicionales tolditos y sillas de extensión que deben ser de la década de los sesenta, un sujeto que parece un funcionario público de algún ministerio te dice que el par de sillas con el toldito cuesta 100 Bs. Total que el padre de familia, accede a alquilar uno o dos pares de sillas según aguante el bolsillo y todos se acomodan como pueden como si el metro de espacio frente al mar costara como un metro de terreno en la ciudad de New York. Sin embargo, con esos precios y la calidad de las sillas, les digo que la familia comienza a pensar en bajar un toldo con cuatro palos para la próxima oportunidad , para evitar “ El golpe en el pecho”.

Al medio día el mismo sujeto que alquila las sillas comienza a ofrecer platos de pescado con tostones y precios variados que se pasean por los 150 Bs. por persona y eso no lo aguanta mucha gente cuando tiene muchas bocas que alimentar: Afortunadamente, la ama de casa, saca como conejos de un sombrero de mago sus habilidades gastronómicas y empieza a repartir potecitos de comida que van desde arroz con pollo, sándwiches, pastas con atún y otras especialidades culinarias playeras , que sacan “la pata del barro” al angustiado padre. Al regresar a casa, la familia se estresa haciendo la cola del retorno sin camionetas disponibles y cuando llegan –las camionetas-,cuidándose de los sempiternos coleados, meten la mano en el bolsillo para pagar los 30 Bs nuevamente por persona y se disponen a soportar las cornetas a alto volumen que ponen a vibrar el oído medio como si fuera el acordeón de Noel Petro.

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