viernes, 8 de agosto de 2014

Faltan tres días

¡Faltan tres días!
Estaba lloviendo muy fuerte, tan fuerte que las gotas de agua parecía que iban a abrir huecos en el techo de zinc de la casa y como la luz se había ido, como siempre sucede cuando llueve, Doña Teresita se levantó de la cama para preparar un té de hierbabuena y el abuelo Figueroa le preguntó: “-¿Qué te pasa hija, no puedes dormir?” “-Es que el tiroteo me despertó hace rato,-le respondió mientras buscaba las tazas en el gabinete-, fueron como 60 balazos y cuando eso pasa me angustia, porque uno no sabe si hay un muerto tirado en alguna escalera del barrio, como aquella vez que mataron a 20 muchachos y los dejaron montados uno arriba del otro como si hubiesen barrido cucarachas e hicieran un “montoncito” para luego pasar la pala”.

“Pero, no te angusties, que tu hijo está en el cuarto durmiendo, mija-,  le respondió el abuelo Figueroa-, además, este mes solo han habido cien muertos; la cosa está mejorando, porque el mes pasado mataron a ciento cincuenta personas como promedio”.

“Si es verdad-le respondió doña Teresita- pero es que faltan tres días para que termine el mes y hoy apenas es jueves”-le respondió mientras servía las dos tazas de té y se sentaba al lado del viejo Figueroa, para comenzar a alumbrar a las ánimas en medio de esa noche oscura y a rezar por las miles de víctimas que habían sido asesinadas este año.

“-Lo que podemos hacer, es empezar a llamar bien temprano en la mañana a la morgue, así que cuando lleguen ya tendremos muertos”-dijo el abuelo Figueroa-.

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