Una joven pareja y su bebé de un año compartían frente al mar, sentados en sus sillitas de extensión y conversaban con sus vecinos sobre su experiencia de pasar un fin de semana en un hotelito de Macuto.
“Llegamos el viernes como a las 11 de la mañana-decía el hombre-, y no conseguíamos habitación. Ya, a esa hora, todo estaba copado. En el hotelito, nos decían que por ser temporada de vacaciones de los muchachos, mucha gente baja a pernoctar a la playa...” Entonces, su esposa interrumpió la queja del hombre y decía que “…al final, conseguimos una habitación en el hotel “Chupulum”, después de caminar bastante. Nos cobraron 600 Bs. diarios y aceptamos el negocio hasta el lunes en la mañana”. Al principio todo me parecía bien, pues en la recepción había información que tenían aire acondicionado, agua caliente y fría, TV, cable, etc., y entonces, me sentí que estaba en un hotel 4 estrellas. Entonces, pagamos con gusto y nos dispusimos a pasar un fin de semana agradable como lo deseamos desde que salimos de Caracas añorando pasar un buen tiempo de ocio en nuestra costa del litoral varguense.-dijo la mujer como si recitara el poema de Justo Brito y Juan Tabare-.
“Pero, cuando llegamos a la habitación, nos conseguimos otra cosa-dijo el hombre, con una extraña mueca y un tono de su voz, en el cual uno no sabía si reírse o acompañarlo en su tristeza-.”
“El baño es feo, tiene un hedor bien desagradable, la cortina que separa la ducha del resto del sanitario es fea, mohosa, de mal aspecto-decía la mujer, mientas arrugaba la nariz-. Parece que esos hoteles no son fiscalizados por nadie.”
“Cuando prendimos el aire acondicionado, de broma soplaba un aire tibio que francamente nos volvió locos con ese calorón-dijo el hombre- y cuando tratamos de abrir las ventanas panorámicas, éstas se encontraban como selladas o pegadas por falta de mantenimiento” Entonces, fuimos a la recepción a quejarnos decentemente y el recepcionista nos dijo que “eso es lo que hay”.
“Total-dijo la mujer-, que nos quedamos tranquilos porque no teníamos otra opción. Espero que limpien la habitación y nos boten la basura, aunque no vi por ningún lado el personal de mantenimiento en acción”.
“Y te digo una cosa-dijo el hombre-, no hay agua caliente, la señal de TV es malísima y el cable tampoco se ve bien. Uno se siente, que metió a su familia en un hotelito del centro de Caracas, que cobra por horas y pasa un momentito a calmar las necesidades del hombre con una mujer desconocida, sin importar que se encuentre en un chiquero”.
“Llegamos el viernes como a las 11 de la mañana-decía el hombre-, y no conseguíamos habitación. Ya, a esa hora, todo estaba copado. En el hotelito, nos decían que por ser temporada de vacaciones de los muchachos, mucha gente baja a pernoctar a la playa...” Entonces, su esposa interrumpió la queja del hombre y decía que “…al final, conseguimos una habitación en el hotel “Chupulum”, después de caminar bastante. Nos cobraron 600 Bs. diarios y aceptamos el negocio hasta el lunes en la mañana”. Al principio todo me parecía bien, pues en la recepción había información que tenían aire acondicionado, agua caliente y fría, TV, cable, etc., y entonces, me sentí que estaba en un hotel 4 estrellas. Entonces, pagamos con gusto y nos dispusimos a pasar un fin de semana agradable como lo deseamos desde que salimos de Caracas añorando pasar un buen tiempo de ocio en nuestra costa del litoral varguense.-dijo la mujer como si recitara el poema de Justo Brito y Juan Tabare-.
“Pero, cuando llegamos a la habitación, nos conseguimos otra cosa-dijo el hombre, con una extraña mueca y un tono de su voz, en el cual uno no sabía si reírse o acompañarlo en su tristeza-.”
“El baño es feo, tiene un hedor bien desagradable, la cortina que separa la ducha del resto del sanitario es fea, mohosa, de mal aspecto-decía la mujer, mientas arrugaba la nariz-. Parece que esos hoteles no son fiscalizados por nadie.”
“Cuando prendimos el aire acondicionado, de broma soplaba un aire tibio que francamente nos volvió locos con ese calorón-dijo el hombre- y cuando tratamos de abrir las ventanas panorámicas, éstas se encontraban como selladas o pegadas por falta de mantenimiento” Entonces, fuimos a la recepción a quejarnos decentemente y el recepcionista nos dijo que “eso es lo que hay”.
“Total-dijo la mujer-, que nos quedamos tranquilos porque no teníamos otra opción. Espero que limpien la habitación y nos boten la basura, aunque no vi por ningún lado el personal de mantenimiento en acción”.
“Y te digo una cosa-dijo el hombre-, no hay agua caliente, la señal de TV es malísima y el cable tampoco se ve bien. Uno se siente, que metió a su familia en un hotelito del centro de Caracas, que cobra por horas y pasa un momentito a calmar las necesidades del hombre con una mujer desconocida, sin importar que se encuentre en un chiquero”.
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