viernes, 8 de agosto de 2014

Una linda manzana

Una linda manzana
Ese día del maestro, en sexto grado fue diferente a todos los que recuerdo en mi educación primaria. Como siempre había una tarima en el centro del patio interno de la escuela y allí se realizaron los actos importantes. Juanito Cazorla nos representó con su cuatro cantando “El Gavilán” y la bella Maura Casanova también interpretó un pasaje llanero que recordaba una interpretación de Magdalena Sánchez en los tiempos que montaba un acto a todo trapo en el teatro El Valle. Los demás cursos representaron “El pájaro Guarandol”, “El Carite”y otras manifestaciones que no recuerdo, pero siempre se la dedicaban a sus bellas maestras en su día; que asistían muy radiantes con sus galas de colores intensos y sus peinados con laca y mucho perfume en el cuerpo, que parecían olas de aromas en el ambiente. Entonces, mi amigo Carlitos Gauna -que era hijo de dos maestros y poetas excelentes-, se sentía como una jirafa con su cuello estirado hacia lo alto, porque sus padres recibirían unos reconocimientos por años de servicios, al igual que otras maestras que habían hecho importantes aportes con sus estudios educativos y publicaciones. Cuando la maestra Linda Flores tomó la palabra para hablar en nombre del cuerpo docente, dijo: “…recuerden apreciados invitados del Ministerio de Educación, que nosotros los docentes, tenemos necesidades económicas y sociales como todo el mundo y requerimos mejorar nuestro nivel de vida…” Así fue como descubrí que mis maestros no eran seres extraterrestres detrás de un escritorio, ajenos a las dificultades de la vida y que el poeta-maestro Carlos Gauna, también se alimentaba y no vivía de sus poesías coloridas en mensajes y de ensoñaciones sobre el amor, la naturaleza y la vida. El lunes siguiente, le regalé a mi maestra una linda manzana.

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