viernes, 8 de agosto de 2014

La maestra Olga

La maestra Olga

La maestra Olga Oria de quinto grado era una mujer madura, por la cual yo sentía un enorme respeto. Y es, que mi madre me había enseñado “…a querer , respetar y considerar a mis maestros, porque su digna profesión y entrega-me decía mi madre- , lo merece…” Allí estaba con su traje de luto , en el medio de la clase, viendo un ejemplar único de un periodiquito que yo creaba de nombre “E:S” de ocho páginas-una hoja en blanco doblada en cuatro debidamente cortadas y engrapadas-, en el cual, uno criticaba la escuela, se burlaba de los maestros, echaba chistes sobre el comportamiento de nuestros compañeros y anécdotas que se iban dando en el transcurrir de los días como las cosas que pasaban en la clase de música, en la cantina, en el recreo y hasta en el baño. Finalmente, remataba con una hermosa caricatura de una nena en bikini con proporciones inmensas que intentaban imitar a “panchita”, una hermosa mujer de caricatura ; que salía en un diario deportivo, con una faldita muy corta y que era la delicia de los varones.


Entonces, la maestra Olga preguntaba con su voz grave. ¿Quién hizo esto? Los muchachos siempre leían el periodiquito en la clandstinidad y se lo iban pasando entre risitas y miradas pícaras, pero esa vez, llegó como una palomita volando tímidamente a las manos de la maestra. “Fue una delación”-pensé mientras buscaba la cara que no pudiese ocultar la cobardía, pero solo descubrí cachetes sonrojados y me acordé de un chiste de mal gusto que se hacía del director de la escuela. Entonces, pensé en la paliza que me daría mi madre por una suspensión segura. La maestra Olga volvió a preguntar: ¿Quién hizo esto? Y allí fue cuando varios me señalaron directamente diciendo: “Rapozo, maestra”. Ya , yo pensaba que no me quedaba otra opción que empezar a recoger mi bulto y seguir a mi maestra a la dirección, pero no fue así. Ella me llamó al frente y me entregó el ejemplar y dijo: “Está muy lindo y me parece excelente, puede circular sin problemas, pero en horas de recreo”. Ese fue el último ejemplar de “E:S”, pero el susto, aún lo recuerdo.

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