¡ Zumba que zumba, Paulina Colmenares!
¡Zumba que zumba, Paulina !
I
Por Paulina Colmenares
fue, que se prendió la pelea
que terminó en desgracia,
con dos hombres de bruces sobre la tierra,
regando la sangre a mares
una tarde de quimera.
II
Mujer bella, livianita
y llamativa como fruta madura,
pero peligrosa cual coral;
de ojos negros intensos,
con su cabellera azabache,
bañando su piel mestiza.
III
Le encantaba bailar
con sus alpargatas color canela
como una crin de alazán,
meneando las caderas,
revoloteando su falda
en una brisa envolvente.
IV
Tenía un perfume meloso
con olor a panela con miel,
muchos decían que era su piel,
su aroma natural:
hormonas de mujer al respirar
hechizaba a los hombres al pasar.
V
Nadie sabe de dónde era,
si de Clarines, Valle de Guanape
o del sur de Santa Rosa.
Era tal vez de Cantaura
por su forma de bailar:
¡buena para un zumba que zumba ¡
VI
Su boquita como capullo
de flor a punto de abrir,
era trofeo codiciable,
para un hombre recio
que se encendía de sangre
por querer tenerla en un catre.
VII
Bailar tres zumbaquezumba,
con Paulina Colmenares,
sin que ningún hombre se entrometiera en disputa
era como echar un tiro al piso,
que también bailaría apretadito,
en una larga noche estrellada
bajo un palmar de ensueño,
bañado de ron con pétalos de amor.
Y si un contendiente metía la nariz,
antes de lograr su cometido,
era como propiciar un duelo a muerte.
Y eso fue lo que pasó esa tarde
decía enfáticamente el poeta,
el maestro Angel Celestino Bello,
quien tomó nota y explicó la cosa,
de cómo sucedió el desafío
y la tragedia en un descampado.
VIII
Los dos hombres habían probado
el dulce de aquella mujer,
quien no tenía preferido,
ni le importaba tener marido,
solo quería bailar un zumba que zumba,
ser feliz y amar como un pajarito,
que chupa de flor en flor su néctar.
Aunque nunca había pasado
un desenlace tan sangriento,
siempre hay una primera vez,
como hecho impredecible
y esa noche Paulina,
no durmió en su catre caliente,
que descubrió en su casa de bahareque
la ausencia de un morral,
que nadie supo a dónde fue a parar,
con su dueña tan vehemente,
bailando en algún pueblo,
un zumba que zumba con un negro,
pero, todos saben muy bien
“que fue por Paulina Colmenares,
que se prendió la pelea.”
I
Por Paulina Colmenares
fue, que se prendió la pelea
que terminó en desgracia,
con dos hombres de bruces sobre la tierra,
regando la sangre a mares
una tarde de quimera.
II
Mujer bella, livianita
y llamativa como fruta madura,
pero peligrosa cual coral;
de ojos negros intensos,
con su cabellera azabache,
bañando su piel mestiza.
III
Le encantaba bailar
con sus alpargatas color canela
como una crin de alazán,
meneando las caderas,
revoloteando su falda
en una brisa envolvente.
IV
Tenía un perfume meloso
con olor a panela con miel,
muchos decían que era su piel,
su aroma natural:
hormonas de mujer al respirar
hechizaba a los hombres al pasar.
V
Nadie sabe de dónde era,
si de Clarines, Valle de Guanape
o del sur de Santa Rosa.
Era tal vez de Cantaura
por su forma de bailar:
¡buena para un zumba que zumba ¡
VI
Su boquita como capullo
de flor a punto de abrir,
era trofeo codiciable,
para un hombre recio
que se encendía de sangre
por querer tenerla en un catre.
VII
Bailar tres zumbaquezumba,
con Paulina Colmenares,
sin que ningún hombre se entrometiera en disputa
era como echar un tiro al piso,
que también bailaría apretadito,
en una larga noche estrellada
bajo un palmar de ensueño,
bañado de ron con pétalos de amor.
Y si un contendiente metía la nariz,
antes de lograr su cometido,
era como propiciar un duelo a muerte.
Y eso fue lo que pasó esa tarde
decía enfáticamente el poeta,
el maestro Angel Celestino Bello,
quien tomó nota y explicó la cosa,
de cómo sucedió el desafío
y la tragedia en un descampado.
VIII
Los dos hombres habían probado
el dulce de aquella mujer,
quien no tenía preferido,
ni le importaba tener marido,
solo quería bailar un zumba que zumba,
ser feliz y amar como un pajarito,
que chupa de flor en flor su néctar.
Aunque nunca había pasado
un desenlace tan sangriento,
siempre hay una primera vez,
como hecho impredecible
y esa noche Paulina,
no durmió en su catre caliente,
que descubrió en su casa de bahareque
la ausencia de un morral,
que nadie supo a dónde fue a parar,
con su dueña tan vehemente,
bailando en algún pueblo,
un zumba que zumba con un negro,
pero, todos saben muy bien
“que fue por Paulina Colmenares,
que se prendió la pelea.”
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