Por quinientos bolívares
Por quinientos bolívares
LUIS ALFREDO RAPOZO
“El muchacho” era un revolucionario de esos que se anotaba en cuanta misión del gobierno se creaba , cuestión de sacarle provecho a su militancia; bien sea recibiendo una bolsa de comida, ayuda para sus hijos, comida barata, empleos a destajo para hacer cualquier cosa, atención en los hospitales y aprovechar los operativos de venta de comida que montaba el gobierno como si fuera un show, un teletón de esos larguísimos programas de televisión que se hacen en cualquier parte del mundo para recoger dinero y donarlos a una noble causa, pero “el muchacho” solo participaba sacando pollos de los camiones, pesando verduras, vendiendo harina, café o azúcar.
Siempre sacaba algún provecho en cuanto era llamado a participar. Entonces, le dieron la promesa para entregarle un apartamento sin papeles, mientras vivía en un refugio; le dieron una moto para amedrentar en grupo a los medios de comunicación y servir de miembro de un pelotón de motorizados que marchaba por la ciudad llevando banderas rojas, gritando groserías y haciendo como si estuviera disparando, luego usaba la moto de moto taxi para rebuscarse un dinerito.
Su mujer decía en su velorio, “…que en los últimos años “el muchacho” -como le decía todo el mundo-, vivía de lo que le mandaran a hacer y solo vivía apostado frente a la alcaldía para lo que hiciera falta hasta que pasó a formar parte de la nómina como jardinero, sin regar una mata.”
“El día fatal que lo mataron de un disparo en medio de la refriega con la guardia nacional, “el muchacho” recibió un “tiro loco” que nadie sabe de dónde salió”-comentaba otro motorizado-.
Había sido llamado a contener a los estudiantes que protestaban en la avenida y como carne de cañón su rostro se estrelló contra el pavimento, mientras su mano derecha dejaba caer una pistola que le dieron la noche anterior…
LUIS ALFREDO RAPOZO
“El muchacho” era un revolucionario de esos que se anotaba en cuanta misión del gobierno se creaba , cuestión de sacarle provecho a su militancia; bien sea recibiendo una bolsa de comida, ayuda para sus hijos, comida barata, empleos a destajo para hacer cualquier cosa, atención en los hospitales y aprovechar los operativos de venta de comida que montaba el gobierno como si fuera un show, un teletón de esos larguísimos programas de televisión que se hacen en cualquier parte del mundo para recoger dinero y donarlos a una noble causa, pero “el muchacho” solo participaba sacando pollos de los camiones, pesando verduras, vendiendo harina, café o azúcar.
Siempre sacaba algún provecho en cuanto era llamado a participar. Entonces, le dieron la promesa para entregarle un apartamento sin papeles, mientras vivía en un refugio; le dieron una moto para amedrentar en grupo a los medios de comunicación y servir de miembro de un pelotón de motorizados que marchaba por la ciudad llevando banderas rojas, gritando groserías y haciendo como si estuviera disparando, luego usaba la moto de moto taxi para rebuscarse un dinerito.
Su mujer decía en su velorio, “…que en los últimos años “el muchacho” -como le decía todo el mundo-, vivía de lo que le mandaran a hacer y solo vivía apostado frente a la alcaldía para lo que hiciera falta hasta que pasó a formar parte de la nómina como jardinero, sin regar una mata.”
“El día fatal que lo mataron de un disparo en medio de la refriega con la guardia nacional, “el muchacho” recibió un “tiro loco” que nadie sabe de dónde salió”-comentaba otro motorizado-.
Había sido llamado a contener a los estudiantes que protestaban en la avenida y como carne de cañón su rostro se estrelló contra el pavimento, mientras su mano derecha dejaba caer una pistola que le dieron la noche anterior…
No hay comentarios:
Publicar un comentario