Estaban jugando
Cuando llegué aquella tarde inesperadamente a la casa de los Urbina, me conseguí en la sala con dos niños como de tres y dos años, sentados en el piso frente a un televisor encendido que pasaba comiquitas.
Los niños estaban semidesnudos, con sus franelitas tan solo y sus nalguitas al aire libre como indiecitos yanomamis, quienes no ocultan sus vergüenzas bajo una inmensa churuata familiar.
Inmediatamente, percibí algo extraño y me detuve a observar qué era exactamente, hasta que atiné a ver, que estaban jugando con una pequeña sopera de plástico de esas, que son multicolores y venden en cualquier mercado popular a tres por 40 bolívares.
En la soperita tenían una arepita untada con mantequilla, la cual masticaban como chicle; la desbarataban como si fuera un juguetito frágil, se la pasaban por los cachetes como si fuera un colorete o una plastilina para hacer alguna obra de arte infantil. ¿Y, esos niños están cenando temprano?-pregunté-.
"-No mijo-me respondió la abuela-, ellos están jugando, así se distraen viendo TV y aprenden a comer sus arepitas."
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