viernes, 8 de agosto de 2014

¡Hasta para Zimbabwe!

¡Hasta para Zimbabwe!

El viejo estaba sentado en el frente de su casa, viendo como la luz del sol se terminaba de ir. Los muchachos pasaban de arriba para abajo montados en sus bicicletas y otros caminaban buscando con la mirada qué hacer en un mercado negro de corotos y comida que nadie veía por ningún lado, pero todos sabían perfectamente donde conseguirlo. Algunas muchachas muy lindas y profesionales, salían bien pulcras a conseguirse con... un turista a cambio de amor pagado, rápido, por unos cuantos dólares o productos -mejor aún- que el hombre podría entregarles en el hotel, después de darles unos besos y una mirada penetrante.


El viejo se sabía la rutina. Ese día llegaron poco a poco sus nietos y sus hijas que no ocultaban -a pesar del sol de décadas- fácilmente el aire español de sus antepasados canarios, que alguna vez, legaron para sembrar tabaco, cambures y caña en el trópico. Sus nietos, entraron lentamente y calladitos a la casa, para no llamar la atención en la calle y ante las miradas vigilantes de los comités de la revolución, que como sapos de cañería , buscaban con la mirada cualquier cosa sospechosa.


Se reunieron rápidamente para intercambiar ideas sobre la posibilidad de mover los documentos ante la embajada española y ver si lograban salir para la madre patria de alguna manera, en búsqueda de libertades Lo primero que pusieron sobre la balanza era si serían señalados por los seguidores del régimen por tratar de salir de la Isla. Ya los miraban feo y le gritaban: ¡ gusanos españoles, cínicos ,se la dan de superiores ! El viejo escuchaba las razones y a la pregunta de “que si apoyaba las gestiones ante la embajada”, el viejo dijo mientras observaba el atardecer habanero: - ¡Hasta para Zimbabwe, mijo!

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