Los Topochos de Juancito
“Yo nunca pensé que mi hijo iba a pasar tantos años preso en la cárcel de Puente Ayala”, eso me decía la señora que hacía su cola para entrar al penal, en Barcelona.
Aún recuerdo –seguía exponiendo la mujer-, aquella tarde, cuando llegó una comisión del CICPC a Uchire a buscarlo en mi casa y se lo llevaron a golpe limpio. Fue algo muy desagradable –decía-.
Su hijo Juancito, junto a otros muchachos se habían robado una mano de topocho, lo cual comenzó como una “echadera de broma” y luego eso se convirtió en un problema creciente como una bola de nieve, que aumenta mientras rueda. Al único que agarraron con los benditos topochos fue a él y eso, precisamente perjudicó su expediente.
-Los policías –me seguía diciendo la bella señora-, me pidieron mil bolívares, para soltarlo, pero yo no tenía la plata. Entonces, me pidieron -con el mayor cinismo- que los acompañara a un hotelito junto con la novia de mi Juancito, para darles sexo, a cambio de soltarlo y ponerlo a volar cual gavilán Caricari.
-Usted puede entender –me dijo la señora Chivíco- que el insulto que le dimos a esos dos “muèrganos” fue de pronóstico reservado, pues no se merecían el menor respeto.
Cuando el abogado revisó el expediente, en menos de una semana, resulta que el robo de los topochos, se había transformado en algo así como el robo de una finca de plátanos o de topochos,.
Después, resulta que no tengo cómo pagarle al abogado –quien también quería ponerme horizontal en alguna cama de Puerto Píritu, para pagarle– y el muchacho se quedó sin defensa.
-Lo demás, apreciado amigo –me decía la señora Chivico- ha sido un vía crucis por múltiples razones; que si los tribunales no abren hoy; que no hay traslado, que no fue el fiscal, que los ascensores no sirven, que si esto y que si lo otro y ya ni lo sacan de aquí para ver un papel.
Hoy día –me dice la señora Chivíco-, pienso que debí acostarme con esos degenerados, para evitar este calvario de tres años, que me ha sacado canas hasta en el alma, con mi hijo allí adentro cambiando todos los días y transformándose en un verdadero malandro, con màs de veinte lances a cuchillo en los llamados “coliseos”, en los cuales ha herido a otros presos y también ha sido apuñalado.
-Le he pedido a la Virgen de las Mercedes que me lo saque de aquí, pero que no sea asfixiado, asesinado, ni anciano -me dijo la bella señora-. Pero, a veces no tengo ni velas.
-Yo no quise hacerle ninguna proposición.
Aún recuerdo –seguía exponiendo la mujer-, aquella tarde, cuando llegó una comisión del CICPC a Uchire a buscarlo en mi casa y se lo llevaron a golpe limpio. Fue algo muy desagradable –decía-.
Su hijo Juancito, junto a otros muchachos se habían robado una mano de topocho, lo cual comenzó como una “echadera de broma” y luego eso se convirtió en un problema creciente como una bola de nieve, que aumenta mientras rueda. Al único que agarraron con los benditos topochos fue a él y eso, precisamente perjudicó su expediente.
-Los policías –me seguía diciendo la bella señora-, me pidieron mil bolívares, para soltarlo, pero yo no tenía la plata. Entonces, me pidieron -con el mayor cinismo- que los acompañara a un hotelito junto con la novia de mi Juancito, para darles sexo, a cambio de soltarlo y ponerlo a volar cual gavilán Caricari.
-Usted puede entender –me dijo la señora Chivíco- que el insulto que le dimos a esos dos “muèrganos” fue de pronóstico reservado, pues no se merecían el menor respeto.
Cuando el abogado revisó el expediente, en menos de una semana, resulta que el robo de los topochos, se había transformado en algo así como el robo de una finca de plátanos o de topochos,.
Después, resulta que no tengo cómo pagarle al abogado –quien también quería ponerme horizontal en alguna cama de Puerto Píritu, para pagarle– y el muchacho se quedó sin defensa.
-Lo demás, apreciado amigo –me decía la señora Chivico- ha sido un vía crucis por múltiples razones; que si los tribunales no abren hoy; que no hay traslado, que no fue el fiscal, que los ascensores no sirven, que si esto y que si lo otro y ya ni lo sacan de aquí para ver un papel.
Hoy día –me dice la señora Chivíco-, pienso que debí acostarme con esos degenerados, para evitar este calvario de tres años, que me ha sacado canas hasta en el alma, con mi hijo allí adentro cambiando todos los días y transformándose en un verdadero malandro, con màs de veinte lances a cuchillo en los llamados “coliseos”, en los cuales ha herido a otros presos y también ha sido apuñalado.
-Le he pedido a la Virgen de las Mercedes que me lo saque de aquí, pero que no sea asfixiado, asesinado, ni anciano -me dijo la bella señora-. Pero, a veces no tengo ni velas.
-Yo no quise hacerle ninguna proposición.
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