“Esa madrugada del jueves, el hombre había tomado su decisión , la cual le ahorró, seguramente, mucha sangre al país.
Todos los días del mes de Enero de ese año habían sido de trasnocho en trasnocho y de evaluación de la situación permanentemente, con dos cambios de gabinete gubernamental incluidos”-me contaba el viejo Bernardino Raposo-. “Entonces, el Presidente ordenó cargar su equipaje, el cual fue armado en poco tiempo, quizás sin indumentarias, ni recuerditos, ni libros, ni nada que indicara que se iba de viaje, pero si se llevaba dinero en moneda extranjera, bonos, papeles, certificados y sus libretas de ahorros en quien sabe dónde. -¿Para dónde vamos mi General?-le preguntó un sujeto con cara de paludismo-. -Móntate y púyalo para el aeropuerto de la Carlota-le respondió, mientras daba las últimas órdenes a sus seguidores del ocaso.
Así fue como “cara de paludismo”.condujo el vehículo presidencial a gran velocidad por las calles desoladas de Caracas, que recibían el rocío que paseaban los vientos postrimeros al fin de año.” -Y allí terminó la dictadura abuelo?-le preguntamos a Bernardino, que se había quedado mirando el cielo, como recordando-. “No, mijo-nos respondió inmediatamente-, entonces, en “La Carlota”, ya el avión estaba con los motores encendidos, calentando y con la nariz mirando para la pista.
De esa manera, el General, se bajó del auto y se despidió nuevamente. Cargaron sus maletas en “La vaca sagrada”, que así se llamaba el avión presidencial y se montó rapidito, ordenando: -“Adelante compañeros”. -¿Para dónde mi General?-le preguntó el capitán de la aeronave- -Coja vuelo, que enseguida le digo para dónde-le respondió el Presidente en desgracia-.” ¿Ahí si termina el cuento?-interrumpimos al abuelo como poniendo punto final a la historia, pero el abuelo negaba con la cabeza-.¿Qué pasó, abuelo?-le preguntamos-. “El hombre se fue, pero dejó una maleta”-nos respondió mostrando una risita. -¿Y, qué tenía la maleta , abuelo?-preguntamos- -“Mucha plata, mijo-nos respondió el abuelo-,mucha plata.”
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